En las obras no solo se construyen sueños, también se adoptan animales callejeros

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Bogotá, agosto 12 de 2019. Su mirada siempre expectante, pendiente de cada movimiento, girando inquietamente su cabeza de lado a lado, como dibujando en su memoria cada individuo que ingresa o sale de la obra. Se acerca lentamente batiendo su cola con rapidez, olfateando con su nariz fría e inclinando su mirada para identificar de quién son aquellas caricias que suavizan su pelaje. 

Los obreros se inclinan para tocarla y saludarla. Ella emocionada sube sus patas peludas, grandotas y llenas de barro a las piernas de ellos, dejando sus pantalones sucios y curtidos, pero ya están acostumbrados a que la ‘Mona’ se los ensucien.

La ‘Mona’ deambula entre hierro, cemento, grava, arena. Sube, baja, escarba, juega, entra y sale de la construcción como ‘Pedro por su casa’. Ahí se baña, se revuelca, come duerme, pasa las 24 horas del día, jadeando, moviendo su cola, recorriendo cada rincón de la obra, como dejando una huella por los pasillos en donde correrán los niños que pasarán sus primeros 4 años de su vida en ese jardín.

¿Pero quién es la ‘Mona’? Es una perra callejera de ‘Altos del Virrey’, quien vive en una construcción en las lomas de San Cristóbal. Un jardín infantil que beneficiará a 300 niños y niñas de la localidad. Esta perrita deambulaba por las calles, con hambre, sed, frio; sin tener dueño ni rumbo alguno. Un día llegó a la obra en busca de calor, se quedó para hacerles compañía al grupo de trabajadores y de paso llenarse de amor por medio de caricias. El equipo la adoptó y empezaron a cuidar de ella.
 
 
 

Así como la ‘Mona’ llegó a ‘Altos del Virrey’, y con el paso de los días se quedó en los corazones de los que trabajan ahí, muchos perritos de la calle son acogidos en estas construcciones del Distrito que pasan desapercibidos incluso en la misma comunidad; pero qué, para estos animales, es la diferencia entre vivir a la intemperie o tener un lugar entre el cemento, el hierro, techo, sentir calor, dormir, comer y recibir compañía.

En Usme, hay otro ejemplo de ello. En el jardín infantil ‘La Fortaleza’, una ‘megaobra’ que está finalizando y donde también se atenderán a 300 niños y niñas de Usme; hay un caso similar. El de Oreo, un perrito callejero de color negro y blanco como las galletas, quien llegó un día a la construcción en busca de alimento, se quedó para cuidar a todos, cuidarse a sí mismo y por qué no juguetear en tiempos libres.

Estos animales no solo se convierten en mascotas, sino también en amigos inseparables de obreros, ingenieros, toderos, vigilantes, residentes, arquitectos. De todo un equipo de trabajo que desde que llegan a la puerta de las construcciones, el personal se encarga de alimentarlos, cuidarlos, armarles un ‘cambuche’ o casita para que se cubran de las heladas noches capitalinas.

La ‘Mona’, ‘Oreo’ y ‘Duncan’, entre otros perritos, hacen parte de las diferentes obras que adelanta la Secretaría de Integración Social en Bogotá. Pero, ¿qué pasa una vez se termina la construcción? Cuando estas finalizan por lo general alguno de los trabajadores se hace cargo de la mascota, se las llevan a sus hogares y sus familias les brindan cariño y un hogar estable, ninguna de ellas queda sin hogar.

Con este tipo de acciones se demuestra una vez más que el personal que labora en las construcciones de la entidad, no solo construyen los sueños de las personas más vulnerables la ciudad sino que también, son personas con calidad y calidez humana; siempre propendiendo por el bienestar y los derechos de estos animales que deambulan por las calles sin un techo u hogar, y que solo en estas obras encuentra mejor cariño y amor.

 
 
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