Entre el público las hermanas Anginmena son dos niñas más. Miran a lado y lado, ríen, se animan por las mismas cosas que sus compañeros de fila y sienten los mismos nervios que los demás por el momento en que las llamen al escenario. Salvo sus grandes afros y sus vestidos de colores, pasarían inadvertidas entre los 240 niños, niñas y adolescentes que hacen parte del primer encuentro musical de los Centros Amar. Centros que la Secretaría Distrital de Integración Social dispone para atender a la población entre los cero y los 18 años que por diversos motivos se encuentran en situación o riesgo de trabajo infantil.
Las Hermanas Anginmena son tímidas. Hablan poco y responden más con gestos que con palabras. Intentan, sin éxito, pasar desapercibidas. Su sola presencia llama la atención. Las cosas cambian al subir al escenario. Allí toman ese aire de fortaleza que sólo los grandes artistas logran en el escenario. Se ven más grandes de lo que son (10 y 11 años). Demuestran con sus contundentes voces y colores, sus raíces africanas. Las mismas que en algún momento partieron del África Subsahariana hacia Colombia, pasando por Turbo (Antioquia), de donde son sus padres, y terminaron en Bogotá donde se presentaron el pasado sábado.
Sus tonadas evocan a Nina Simone y su canto tímido pero irreverente, a Aretha Franklin, Ella FitzGerald o para no ir tan lejos: Alicia Keys o Beyonce. En definitiva, son grandes voces. Son niñas que llegaron al escenario por casualidad, gracias a la labor conjunta de la Secretaría de Integración Social y las maestras que creen con firmeza que las actividades artísticas aportan al desarrollo de los niños y los estimula a la realización de situaciones propias de su edad.
“No sabemos si estos niños vayan a ser cantantes, pues esa no es la idea. Pero de lo que sí estamos seguros es que con estas actividades, los niños, niñas y adolescentes de los Centros Amar encuentran oportunidades que antes no tenían. Con estas obras, que no solo son musicales, sino también de dibujo, teatro y danza, lo que buscamos es alejarlos de las garras del trabajo infantil”, aseguró Lina María Sánchez, subdirectora para la infancia.
Estas diosas de ébano cantan con amor, se miran entre ellas, se apoyan. Sus papás no pudieron venir porque sus actividades laborales (empleada de servicio doméstico y guarda de seguridad) se los impidieron. Sin embargo eso no es impedimento para que disfruten esos minutos de fama en que los asistentes al encuentro musical las envuelven con sus aplausos.
Angie y Tannara Anginmena bajan del escenario. Angie quiere ser cantante, Tannara quiere ser dibujante. Tal vez lo logren, lo importante ahora es que son felices. Han compartido escenario con 238 talentos más que durante cuatro horas deleitaron al público del teatro Lourdes con una gala digna de una academia musical.
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- Infancia y Adolescencia