Bogotá, agosto 15 de 2018. “El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela ni tamal con… chocolate”. Sus manos baten con destreza el molinillo, que se pierde entre un pequeño jarrón de barro que se calienta sobre un pebetero, mientras tararea el famoso estribillo cachaco.

Tiene la vestimenta propia de las campesinas que mercaban por allá en el siglo XIX. Una blusa con encajes al frente, un sombrero típico del cual desprende un velo que cubre su cuello, falda negra y alpargatas propias de la época.

Gloria Isabel Murillo Carreño, una maestra de 51 años y de los cuales lleva 17 en el jardín ‘Babilonia’, da así la bienvenida a los 153 niños y niñas, quienes con sus padres recibieron el lugar con nuevas y mejoradas instalaciones.

“No sé quién se goza más el jardín y las actividades. Si las maestras o los niños y las niñas. Es una experiencia muy linda. Tengo un grupo maravilloso ya que aquí todos los días son de amor, afecto, respeto, de enseñar con ética profesional”, asegura Gloria, quien trabaja en el jardín desde hace casi dos décadas y ha visto su evolución y mejoramiento.

 

No es el único feliz. A pocos metros, con su hijo Juan Diego en brazos, quien se prepara para bailar ‘Porro’ antes sus compañeritos, Leonardo Avellaneda disfruta con agrado de las nuevas instalaciones del lugar, al cual se le invirtieron $300 millones en cambios de pisos, paredes, techos, fachadas, baterías sanitarias y mobiliario, entre otros arreglos.

“El niño está desde el año pasado en el jardín y es maravilloso. Digamos que quedó muy bonito y que vimos todo el proceso de mejoramiento y viendo que de verdad fueron muchas manos las que colaboraron en esto. Muy contentos porque nos vamos tranquilos de que los niños se queden en este espacio”, asegura Leonardo, quien disfruta de su primer hijo, junto con su esposa y la mascota del niño, un perrito.

Pero si la maestra y el padre se lo gozan, los niños también. Leonardo dice que ha visto reflejado en el niño, el mejoramiento del jardín. “El jardín les gusta. Ellos notaron en la forma en que quedó, los colores, todas las cosas los han atraído y ellos se quedan contentos”, sentencia feliz.

La fiesta no termina. Entre ‘La Gallina Turuleca’, ‘Carrangas’, ‘Bambucos’ y ‘Torbellinos’, los niños y niñas despliegan todo su talento. Se prepararon durante días para el evento y cualquier último esfuerzo merece la pena. Disfrutan su presentación. Sonrisas y caras llenas de alegría son la muestra de ellos. Bigotes infantiles y trenzas en las niñas complementan la ceremonia. Es todo un ritual infantil.

“La expectativa era con esa ansia, cuando llegamos aquí encontrar ambientados los diferentes salones, el parque todo por fin a estaturas para los niños y niñas de Primera Infancia. Los niños y niñas nos manifestaron lo lindo que está nuestro jardín que es nuestro, digo nuestro, porque es suyo, es nuestro, de la familia, de la comunidad, de los niños y las niñas”, afirma la maestra. Irradia amor infantil por los poros, mientras termina con una reflexión.

“El valor del agradecimiento todos los días. Uno tiene que tener ese día a día del agradecimiento. Cuando uno da ese valor a un ser supremo y todo eso, todo le sale bien. Me encanta cuando los niños y las niñas están en el ritual de la bienvenida, el alimento, el sueño, realmente cada rutina del día, es maravilloso y más cuando uno parte de esos intereses y esos gustos de los niños y las niñas. Eso es lo que me dejan los niños y niñas de enseñanza, todos los días”.