Bogotá, abril 27 de 2018. Su rostro denota el trajín de 54 años. Sus arrugas evidencian la vida difícil que le ha tocado llevar. Se ve cansada, exhausta, agotada; pero aún habla con firmeza, con esperanza, y no quiere morir sin antes dejar a su “gente” como ella la llama, en un refugio para ‘trans’ ubicado en las afueras de la ciudad, donde puedan tener otras alternativas para el consumo.

Se vistió para esta entrevista. “Primero muerta que sencilla”, dice entre carcajadas. Se detiene un momento, respira profundo y cuenta cada detalle de su vida.

Lleva puesto un vestido ‘Wayúu’, un gorro de lana que oculta su cabello crespo; unos collares largo y coloridos le cuelgan de su cuello. Sus aretes largos azules, brillan como un par de lámparas, que adornan su rostro. En su muñeca lleva una manilla de colores en Tagua. Le habla que ella hace parte de una comunidad que por años ha sido rechazada, excluida y señalada por la sociedad.

Se pintó los ojos para disimular el agotamiento de años de trasnochos como trabajadora sexual. Sus labios gruesos están pintados de fucsia, el color que le recuerda el coraje, la valentía y la actitud optimista con que enfrenta cada día.

Mientras habla cruza con dificultad sus piernas. Desde los 10 meses de edad sufrió una discapacidad. Padeció parálisis infantil. También tiene una displasia de caderas y estando joven se realizó una cirugía en una clínica de garaje, una transformación corporal casera. Le inyectaron aceite de cocina en los senos. Este procedimiento ha causado que la sustancia busque salida por otras zonas de su cuerpo, y por esta razón, debe ser sometida de urgencia a una extirpación del contenido de sus pechos.

Martha comenta que a pesar de tener esa discapacidad en sus piernas no ha sido impedimento para estar de pie y trabajar cada noche a la intemperie. En su labor, vio morir a mucha gente en la calle, en especial a su mejor amiga que fue asesinada sin piedad, “pude haber sido yo… pero fue ella y eso me hizo reaccionar, darme cuenta de que no iba por buen camino”, dice con lágrimas y en sollozos.

Por uno minutos se le va la mirada, se le quiebra la voz cuando recuerda cómo fue su pasado. Duro, cruel, no puede ocultarlo. “Fui una mujer vulgar, ñera, bazuquera, habitante de calle, prostituta; caí en lo más bajo que puede llegar un ser humano; pero estoy aquí, recuperándome todos los días, gracias a ángeles como Channel Callejas, que me ayudaron a creer en la gente y en las entidades”, comenta Martha.

Habla de dos personas que transformaron su vida, Channel y Florián ‘ángeles’ que la hicieron madurar y recapacitar que la calle no era la salida, que hay otras opciones y nuevas oportunidades para salir adelante.

Comenta con satisfacción que la Secretaría Social, cambió su vida para bien, por medio de talleres, cursos, una comida caliente en un comedor; una casa como el Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual (CAIDS), que le ha brindado un medio para subsistir y tener una mejor calidad de vida. “Gracias a estos beneficios hoy me siento con ganas de vivir. Nunca me gustó el estudio. Llegué hasta quinto de primaria, pero aún así, me siento útil para la sociedad ayudando a otros”, comenta entre sonrisas

Martha muy pronto será operada. Este procedimiento se llevará a cabo gracias a tener la carta de salud de habitante de calle por parte de la Secretaría Social y Capital Salud. Después la cirugía, ella recibirá tratamiento psicológico por el cambio drástico que sufrirá su cuerpo.

Ella seguirá contando e imitando artistas como Amaia Montero de la ‘Oreja de Van Gogh’, quien habla del amor y la vida, para que, a través de sus alegres interpretaciones, ayude a más personas como ella. Martha Julia Sánchez, después de su cirugía, espera renacer entre de las cenizas como el ave fénix, seguir en la lucha, enfrentar el mundo y no darse por vencida.