Yomaira, la primera persona mayor ‘trans’, quien encontró una mano amiga en Integración Social

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Bogotá, junio 13 de 2019. Yomaira llegó al barrio San Blas, al suroriente de Bogotá, en 1978 procedente del Huila, buscando una nueva vida. Desde los 13 años había salido de su casa, huyendo del maltrato y la incomprensión con la que tuvo que convivir desde que sus padres y hermanos se enteraran que él era homosexual.

Por aquella época, las calles del Barrio Santa Fe se convirtieron en su lugar de trabajo, con sus clientes se ganaba la vida, era su forma de subsistir aunque ahora reconoce que en la calle se ganó más golpes que otra cosa.

Pronto incursionó en el mundo de los salones de belleza. Allí se convirtió en estilista y en ese medio conoció a quien le cambiaría la vida para siempre. Con la idea de ser una mujer bella y seductora, con poco más de 30 años de edad, Yomaira, decidió emprender una ruta sin regreso de la mano de Yesenia*, otra mujer transgénero muy conocida en el gremio, quien prometía juventud y belleza perfectas con un método milagroso que, según ella, había experimentado en su propio cuerpo y que le había dado resultados sorprendentes. El método consistía en inyectar en diversas partes del cuerpo aceite para bebés mezclado con colágeno.

Así, Yomaira permitió que le inyectara primero su rostro. El ‘procedimiento’ fue hecho en un salón de belleza. Seis meses después se encontró a la misma persona, quien la convenció de inyectarse las glándulas mamarias y como la primera vez no le había pasado nada, decidió aceptar, “me pareció como fácil, nunca pensé, ni consulté qué me podía pasar”, dice.

Un año después, esta mezcla letal empezaría a darle señales de que su cuerpo estaba literalmente envenenado, “dejé entrar 2.400 centímetros cúbicos de aceite mezclado con colágeno y eso como al año empecé a sentir el dolor y el martirio, de un desespero de calor, un endurecimiento del tejido y se me fue secando el pecho, se me fueron secando las mamarias, se me fueron volviendo tiesas y eso me fue corriendo lentamente, abdomen, espalda, glúteos, y el otro se me metió en la ingle y parte en el escroto y desde ahí estoy con el cuerpo totalmente marcado, tengo secuelas grandes y quebrantos de salud”.

En el Simón Bolívar recibió tratamiento con medicamento por unos 3 años. Allí mismo estuvo internado por numerosas complicaciones. “Estuve hospitalizado en el Simón Bolívar porque se me reventaron los glúteos de eso me quedaron 3 huecos en cada nalga”, recuerda.

Desde entonces inició un doloroso e interminable recorrido por hospitales, ha visitado toda clase de especialistas y asistido a incontables juntas médicas que hasta ahora le han ofrecido más que un tratamiento definitivo, alternativas de tipo paliativo, por lo difícil y raro de su caso. “La ciencia médica me ha ayudado bastante pero lo que más me ha ayudado es buscar de Dios”, afirma.

Sin apoyo familiar, sin empleo estable y con un delicado estado de salud, hace 8 años Yomaira acudió a la Secretaría Distrital de Integración Social. Fue emergencia social, hoy denominado enlace social, el primer servicio en el que recibió atención y acompañamiento psicosocial y apoyo alimentario transitorio.

Sin embargo, su historia con la Secretaría no terminaría allí ya que su caso abrió la puerta para que por primera vez se considerará la identidad de género, dentro de los criterios para ingresar a los servicios sociales. Con 54 años, en ese momento, Yomaira quien por su edad y situación requería un apoyo permanente, ingresó como un caso excepcional, a los servicios sociales dirigidos a las personas mayores y todo su proceso se desarrolló teniendo en cuenta los criterios y la edad definida para las mujeres porque ella se identificaba como tal.

Así Yomaira se convirtió, desde el año 2012, en la primera mujer transgénero que recibió el apoyo económico para persona mayor y con ella la modificación de los criterios de ingreso con una visión de diversidad de género más incluyente, fue una realidad.


Hoy además de recibir este apoyo que ella utiliza para cubrir el alquiler de la habitación en la que vive, tiene también la oportunidad de contar con del bono canjeable por alimentos de ‘Bogotá Te Nutre’, así ha podido ir mejorando su alimentación. La Secretaría y sus profesionales se convirtieron en esa mano amiga que en medio de su dolor le ha posibilitado tener una mejor calidad de vida.

Aunque no cuenta con un trabajo estable ella se rebusca, haciendo limpiezas y otras veces hace turnos en peluquerías del barrio, pero su gran dificultad para trabajar de manera continua en su oficio de estilista es la falta de una máquina de peluquería profesional, una patillera y un secador; herramientas que no ha podido adquirir por sus costos elevados.

Cuando no está trabajando va al barrio Santa fe donde comparte su experiencia con personas transgénero jóvenes para que no vayan a pasar por el sufrimiento que ella ha tenido que padecer. Los orienta y los aconseja pero a veces su labor es difícil porque como son jóvenes piensan que nada malo les puede pasar que eso les pasa a otros. Ella dice, “la mayoría de nosotros somos personas que no creemos lo que nos pueda pasar, el que lo está viviendo es el único que lo sabe”.

Con voz suave y pausada dice; “si un día se me acaba la salud o ya no pueda trabajar o me sienta inválida, espero se me brinde un hogar geriátrico para recibir la protección de un hogar donde pueda pasar mis últimos años y que no me dejen a la intemperie”.

A todas las personas que conozcan su historia les aconseja que no se inyecten nada que no sea enviado por un médico. “No hagan lo que yo hice. Dios ha tenido misericordia conmigo. No arriesguen su salud inyectándose lo que no conocen.”

La Secretaría Distrital de Integración continúa trabajando en el reconocimiento y garantía de los derechos de las personas vulnerables atendiendo a sus situaciones de vida y necesidades.

*Nombre cambiado 

 
 
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