Más de 450 ciudadanos y ciudadanas habitantes de calle hicieron parte del concierto que la agrupación Puerto Candelaria y la Orquesta Filarmónica de Bogotá ofrecieron como bienvenida
a los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia.
***
Violines, chelos, clarinetes, fagotes y una tuba despistada suenan indistintamente en diferentes tonos y alturas. El sonido previo en este tipo de conciertos. El momento en que los músicos aprovechan para repasar pasajes difíciles, afinaciones imposibles y, aunque no sea perceptible, nervios e impaciencias. Con ellos el chirrido de sillas y el murmullo de asistentes en busca de la mejor acomodación. En el ambiente algo especial: ciudadanos habitantes de calle hacen parte del público.
¿Qué está pasando? ¿Quién los dejó entrar? ¿Será peligroso? ¿Serán capaces de aguantar un concierto de estos?, preguntas para una misma perplejidad: Es la primera vez, en 41 años, que al auditorio León de Greiff, en el campus de la Universidad Nacional de Colombia, ingresa un público tan disonante como el de los ciudadanos habitantes de calle.
***
Todo está dispuesto, la Orquesta ya ha afinado, la batuta está lista. Los más de 450 habitantes de calle que hacen parte de los Centros de Atención Integral de la Secretaría Distrital de Integración Social, se unen al silencio y expectativa de los más de mil asistentes al concierto.
Leonardo Marulanda, director de la orquesta, extiende los brazos -como sacudiéndose las miradas que lo observan-, levanta la batuta -todo en el auditorio es tensión-, se contiene la respiración, baja la batuta, inicia la magia, ya no hay distinción.
“Es increíble, esta es la manifestación palpable de inclusión social” dice un estudiante mientras observa con delicadeza varias parejas de habitantes de calle que se deciden a bailar al ritmo de la fusión, que en el escenario la orquesta amalgama con los sonidos urbanos y fiesteros de la agrupación Puerto Candelaria.
Uno de los primeros animados al baile, Víctor Ruiz, con más de 30 años habitando las calles y participante del Centro de Acogida Javier Molina, comentó: “La música nos hace iguales, acá y en todo lado. Se creé que esto –concierto- es para personas de alta categoría, pero ¡no! ya lo vemos, esto es para todos sin distinción”.
Una hora de música, baile y ejemplo de inclusión y superación de barreras sociales. Al final la perplejidad de muchos al ver en el auditorio a habitantes de calle se disipó bajo sonrisas y afectos.
¿Conclusión? La inclusión es posible. La superación de la segregación social es un hecho.
Julio Pulido
Oficina Asesora de Comunicaciones
Secretaría Distrital de Integración Social