Secretaría Distrital de Integración Social

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Don Gildardo, el ejemplo vivo de la perseverancia de los ‘Ángeles Azules’

 
Bogotá, agosto 28 de 2017. Ocho garrotazos, cinco puntos en la cabeza, varias heridas en su cuerpo y el peor susto de su vida llevaron a Don Gildardo a una ola de sucesos que hoy lo tienen con la esperanza de volver a la vida que hace 15 años se le escapó de sus manos, gruesas y callosas como las tienen los hombres de campo.  
 
Más de 48 horas de insistencia, por parte de los ‘Ángeles Azules’, y una súplica constante para que se dejara ayudar fueron suficientes para que Don Gildardo de Jesús Santamaría Orozco, de 66 años, pasara una noche en una cama caliente y recibiera una cena completa en un plato limpio con compañeros que aplaudían su llegada.

“Ellos me estaban buscando desde el viernes. Yo ya les había dicho que no, porque yo no soy habitante de la calle, yo soy desplazado. No ando ni con loquitos ni consumo drogas. Ando con los animales, porque toda la vida trabajé con ellos. Desde pequeño y hasta que las Farc me sacaron de mi finquita porque le caí mal a un comandante, porque era más diestro con las ‘bestias’. Ya el domingo les dije que sí, para mirar cómo era la vaina, y me parece bonito este lugar, porque hay una huerta y a mí me gusta mucho trabajar la tierra”, asegura don Gildardo, quien siempre, para donde vaya, va acompañado de Cody, su mascota a quien cuidó por cerca de dos meses para sacarlo de una sarna que se lo estaba comiendo vivo.

“El perrito lo iban a botar unos ecuatorianos y como yo quiero tanto los animales, yo les dije que me lo regalaran. Le apliqué una inyección de Ivomec y un purgante, de otro perro que yo tenía, que me habían robado, y con las semanas se fue recuperando. Ya tiene mes y medio conmigo y ya en otro mes está mejor”, sentencia con sus dedos en la sien del animal.

Don Gildardo llora cada vez que recuerda su pasado en el monte. Desde pequeño, cuando su padre le regalaba caballos que él esmeradamente cuidaba y ponía “bonitos”, como él mismo dice’, ha sido un entregado a la tierra y a su pasión equina. Esa misma pasión que lo llevó a Mesetas (Meta), en donde compró una tierrita y con un millón de pesos, cinco caballos. Esos cinco caballos se convirtieron en 15, una vida tranquila y feliz hasta que llegó la guerrilla y lo sacó a culetazos y amenazas, de su paraíso. Ya va para dos décadas exiliado de su hogar.
 

“Ando por las calles de Bogotá es esperando la ayuda del Gobierno. Cada vez que voy me ponen a hacer fila y me lanzan un cheque de $280 mil al año. Yo no les estoy pidiendo regalado, necesito es que me respondan porque yo soy desplazado. Mi sueño es devolverme para mi tierrita y comprar unos caballos y unos animalitos. No me quiero quedar en la ciudad, a pesar de que aquí no he aguantado ni frío ni hambre”, cuenta mientras recuerda que desde que llegó siempre ha andado solo con un camping y unas cobijas, con las cuales se acomoda, en cualquier parte, donde lo coja el cansancio y el sueño.

Luego de que la noticia que protagonizó se volviera viral, su familia lo reconoció y se comunicó con él, gracias la Secretaría de Integración Social. Por una llamada supo que sus hermanos, son 11, continúan vivos y con la esperanza de verlo. Faltan apenas días para que pueda volver a abrazarlos y a fundirse en un añorado reencuentro.

“Para mi familia quiero que sepan que yo estoy bien. Que yo nunca quise molestarlos porque ellos son muy importantes para mí. Que yo si quiero verlos, pero que quiero estar bien, con mi plantecito, con mis animales y mis caballos. Tener mi tierrita otra vez y poder invitarlos. No soy una persona de poner pereque porque siempre he estado acostumbrado a trabajar”. Cierra los ojos, hurga con sus dedos sus párpados y limpia sus lágrimas. Cada vez que habla de su familia solloza. Le duele el alma, le duele haberlos dejado.

Don Gildardo se recupera en el hogar de vida ‘El Camino’. Espera por su cédula y su recuperación médica para continuar con su sueño de volver a su finca. Asegura que se llevará a Cody con él, porque siendo un cachorro aún necesita de sus cuidados. “Podrá correr sin problema en Mesetas”, grita sonriendo mientras le jala las orejas. Es un hombre feliz, en medio de todo, no guarda rencores.

Por su parte, Miryam Cantor, subdirectora para la adultez, aseguró que se continuarán brindando todas las atenciones necesarias para la total recuperación de don Gildardo. “Fue un trabajo fuerte para lograr convencerlo, para que aceptara nuestra ayuda. Desde el viernes estuvimos intentando y no aceptó. Pero ya el domingo en la mañana fue tanta la motivación y la insistencia que le hicimos que dijo que sí. Él se puso muy contento porque es muy afín a la tierra y como es un espacio campestre, con una pequeña huerta, pues él dice que está feliz y que aquí estará el tiempo que quiera estar”.

 
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