El amor que todo lo puede, hasta sobrevivir en las calles

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Bogotá, noviembre 20 de 2018. Como dicen por ahí “el amor todo lo puede”. Hoy podemos decir que el amor puede hasta construir sueños, metas y con algo de voluntad, paciencia y convivencia en pareja; se puede volver a empezar.

La historia que se relata a continuación no solo nos da un ejemplo en la superación de ciertos problemas que a diario suceden en la vida, también nos enseña compartir en pareja, y que a pesar de las dificultades el amor supera cualquier barrera.

Trina mesa Alvarado a sus 47 años de edad, vive enamorada de su nueva vida y de su gran amor y ángel guardián ‘Wilmercito’, como tiernamente le dice a su pareja sentimental. Su vida no estuvo envuelta entre esos sueños de princesas por la búsqueda de su príncipe azul. Muy pequeña bajo el cuidado de su madre recibió lo que más pudo recibir de ellos. La adolescencia y las locuras de esa etapa de la vida llegaron con malos pensamientos y amistades que la fueron sacando del “camino bueno” al que estaba acostumbrada. Muchas fueron las malas decisiones que llegaron hasta el punto de tener problemas con sus familiares y finalmente huir de su hogar.

Como consecuencia de sus actos terminó mendigando en la calle, acompañada del vicio el cual tocó la puerta de su mente y se aferró por muchos años en su vida, manipulando cada segundo y llevándola a caer lo más bajo que puede un ser humano. “Empecé a consumir todo el tiempo, era lo único que hacía en el día”, comenta Trina meditando sobre ese pasado.

Como buena hija de tierras ‘cucuteñas’, heredó su pasión por el trabajo. Muy joven terminó laborando en una finca ubicada al Norte de Santander. Para su poca fortuna, las tierras de ese lugar, eran el cultivo de la muy famosa hoja de coca. Allí entre los hombres ‘raspachines’ de hoja de coca, ella adelantaba labores en la cocina.

Entre ‘trastos y trastos’, cada día era visitada por un hombre que trataba de hablarle. “Una vez llegó un joven, y pues pasó al desayuno. Le entregué el plato con algo de alimentos, él me miraba y me miraba, de ahí en adelante cada vez que pasaba al comedor, me empezaba a hablar y hablar, hasta que nos enamoramos”, recuerda Trina como resumidamente el amor llegó allí y conoció a su príncipe azul Wilmer.

Él era un hombre noble. Desde muy pequeño y a raíz de la muerte de su padre lo alejaron de sus familiares, viviendo con sus abuelos por un tiempo. Luego con mayor edad, volvió a casa de nuevo pero su madre ya convivía con una nueva persona y la convivencia con su nuevo padrastro no empezó a ser la mejor, hasta que finalmente decidió volver a la calle para siempre. Wilmer Fernando García no sabía lo que le esperaba.

Su decisión lo trajo a las calles bogotanas en donde llegó directamente al Barrio ‘Santa Inés’, lugar que en su momento crecía poco a poco el antiguo ‘cartucho’. Allí empezó a afianzarse con amigos del lugar en donde empezó a inhalar pegante. De ahí en adelante, su vida se volvió solo humo y humo. “Vivía todo el día con los duros, ayudaba haciendo mandados y lo que me daban me lo fumaba”, evoca Wilmer.

Ya muy adulto, decidió tomar rumbo hacia otras ciudades. Pasó un tiempo por Villavicencio luego al Guaviare. Prestó su servicio militar y se convirtió en soldado profesional, pero luego de unas fallas internas desertó. Su salida del Ejército lo devolvió de nuevo al vicio. Habitó de nuevo en la calle. Finalmente decidió iniciar un nuevo viaje hacia Cúcuta la ciudad en donde finalmente le traería el comienzo de una nueva vida al lado de su hermosa Trina.

“Perdone por la paliza”

El amor poco a poco también se fue cultivando entre Trina y Wilmer. Ya el paso por el comedor tenía otro tipo de afecto. Ella le preparaba su almuerzo y él exhausto de sus jornadas laborales, al caer la tarde, dejaba un último suspiro para compartir con su amada. El vicio también estuvo presente con ellos.

El amor trajo un bebé al hogar. Las peleas y las discusiones por parte de los familiares de Wilmer, obligaron a esta pareja a dejar esa tierra ‘cucuteña’ y viajar a la capital de país. Llegaron a la calle de nuevo. Ahora el ‘cartucho’ los recibía con los brazos abiertos y le abría las puertas al nuevo camino del ‘Bronx’.

“Vivir en pareja en el infierno del ‘Bronx’ no fue especialmente una luna de miel para nuestra relación. A través del reciclaje lográbamos conseguir para pagar una pieza. En el ‘Bronx’ fumábamos y a conseguir lo nuestro, siempre juntos, enfrentados a todo lo que podría pasar allí”, comenta Trina, recordando tantos años en calle pero bajo la protección de su gran amor.

Lo peor que ese amor pudo afrontar en pareja, fue una vez cuando producto de un ‘gancho ciego’ es decir una trampa, Wilmer se encontró una plata. Ese día se fue para el ‘Bronx’, allí aprovechó su cuarto de hora para jugar y disfrutar de las tragamonedas y fumar lo que quisiera. “De repente me cayeron los ‘sayayines’, inventando que yo me había robado un poco de cosas que por eso tenía plata, pues imagínese, de ahí me dieron ‘pata y puño’, me rompieron la cabeza, La mandíbula, la clavícula y una rodilla, esa era la manera de ellos de ajustar cuentas, así la gente fuera inocente”, afirma Wilmer abrazando por un momento a su amada y en silencio recordando aquel día.

Una vez terminaron de golpearlo, lo tiraron en la tradicional ‘Plaza España’ a pocas cuadras del ‘Bronx’ con unas cuantas bichas de droga disque para que así calmara el dolor de sus golpes. Ese día Trina pensó que su esposo no iba a salir vivo de allí. Ella apenas lo pudo recibir en sus brazos una vez se lo lanzaron a sus pies. Luego de eso, y pasando las heridas de su cuerpo, volvieron al ‘Bronx’ unos meses después; encontrándose con la sorpresa de ser recibidos por los mismos ‘sayayines’, quienes esta vez remediando el daño hecho, le regalaron unas bolsas de perico y 20 mil pesos y le gritaron “que disculpe la golpiza”.

Entre sustos, algunas bichas, trabajo, esfuerzo, honestidad y mucho amor, Wilmer y Trina han compartido más de 20 años juntos, salieron del ‘Bronx’ para nunca volver a un infierno así. Habitaron la calle y en un humilde ‘cambuche’ fueron tratando de olvidar algo de ese trágico pasado. Aunque la riqueza y el dinero no llegaba, siempre entre pareja han salido adelante. Tomaron la iniciativa de ingresar a un proceso de recuperación en el hogar de paso pero la angustia de separarse así fuera por horas, no los dejaban tranquilos.

“La Secretaría Social, desde el hogar de paso de la ‘calle 18’, viene adelantado dentro de la atención psicosocial, el fortalecimiento de la redes familiares. Se busca a través del ejercicio que las parejas tengan una inclusión habitacional y que consoliden su proyecto de vida. Para estas parejas, quienes son habitantes de calle que no acceden a los servicios por el temor a sus separación, por tal motivo se adelanta este acompañamiento para poder generar un proyecto de vida con una restitución de derechos y darle continuidad a las parejas”, indicó Fabio Forigua líder hogar de paso ‘Calle 18’.

Trina y Wilmer llevan un mes en el proceso como pareja desde el día que tomaron la decisión de abandonar la calle definitivamente y luego de tantos años. Solo desean poder finalizar sus procesos personales. Retornar al campo y dedicarse a la labores de la tierra, esta vez sembrando vegetales, cuidando animales y logrando cada día olvidar el pasado oscuro que como pareja vivieron.

 
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