“Vívia en conjunto ‘El Cañito’, bloque 8, apto 302, hasta que llegó el demonio”

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Bogotá, julio 18 de 2019. Aún tiene el cabello mojado y pareciera que con cada gota que cae de su cabeza, cayeran también los últimos vestigios de una vida en las calles.

Asegura ser el fundador de ‘El Cañito’, como llama al sector de ‘cambuches’ que había en el canal ‘Los Comuneros’, camuflados entre las paredes de los puentes, y en los cuales vivían unos pocos, según su relato.

Ayer, en medio del operativo que le devolvió la oportunidad de vivir a 175 personas, quienes fueron rescatados del caño, se subió a un bus con la plena intención de cambiar sus hábitos y sus días. Ya logró ‘coronar’ uno. Le quedan miles.

“Pero tenaz, no me cogió en el ‘conjunto’ me cogió mercando en la calle, por allá en la 30 haciendo compras. Decidí venirme al centro, me trajeron y chéveres”, dice Carlos Arturo Ayala Sánchez, de 38 años, y quien pasó siete de ellos en el canal ‘Los Comuneros’, el mismo tiempo que lleva ‘soplando’, en las calles.

Llegó al frío y áspero asfalto por malos amigos, por ‘bruto’, como él mismo asegura, y por una mujer que le causó una herida, que aún hoy, lo carcome lentamente.

“Llevo 7 años soplando, en el canal. El demonio es tenaz. ¿Amigos? Amigo el ratón del queso. No falta la bruta que lo daña a uno y uno piensa que ese bazuco le va ayudar a uno y no, es peor, lo vuelve a uno mier…”. Sus palabras, lentas pero bien pronunciadas, salen como si previamente hubieran pasado por un clasificador. Habla con cuidado, en ocasiones, no quiere que lo escuchen sus ‘parceros’.

Pasó su primera noche en el Centro de Atención Transitoria ‘35’. No fue fácil. Llevaba años durmiendo pegado al cemento de una pared y escuchando en las calles, ahí en el caño, gritos de compañeros suyos, quienes sufrían a manos de ‘sayas’, los mismos que pretendían formar un nuevo ‘Bronx’, en el lugar.

“Oiga soy la misma persona pero sentí cambio extremo porque me quité malas energías. Me quité de todo, me siento nuevo, quiero quedarme es aquí, intentarlo porque sí se puede. Cuando ‘El Bronx’, vivía en mi conjunto –refiriéndose al canal-, yo fui uno de los fundadores, nadie molestaba. Incluso la gente de los barrios le daba a uno cositas. Se dañó cuando llegó el ‘parche’ nuevo, dañaron todo, estamos pagando justos por pecadores, hasta los conocidos me decían: ‘sálgase de ese caño, usted no merece estar ahí’, y sí, porque la gente me quería, me hice coger la buena, comidita, ropita, me daban la liguita, me ayudaban el reciclaje”, dice Carlos, quien recuerda que en años anteriores la ‘cosa era a otro precio’.

No se va a rendir. Aunque es el segundo proceso que inicia, ya estuvo en ‘El Oasis’, 37 días, piensa que esta vez sí lo va a lograr. “Esta vez voy por los 60, 90, o los días que me cueste recuperarme”, grita mientras sostiene un cepillo de dientes en sus manos. Parece tonto, pero su primer paso, es aprender de nuevo a lavarse la boca. Queda mucho camino, pero poco para un alma con voluntad.

 
 
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