En este lugar hay una limpieza sospechosa, dice alguien que pasa con rapidez por donde hasta hace poco se encontraba el cambuche del “Veneco”. Aquí, la gente que no la habita, cruza sin mirarse
, aplastada por el imaginario de un lugar que para muchos es sinónimo de peligro.
Ubicada en la localidad de Los Mártires en el centro de Bogotá, notable por los edificios que la enmarcan -el Hospital San José en el costado sur, el Liceo Nacional Agustín Nieto Caballero al occidente, la fábrica de pastas El Gallo al norte y las casonas republicanas del Voto Nacional al oriente-, esta plaza es conocida como Plaza España desde 1902.
Es un lugar complejo y contradictorio, testigo del desarrollo de la Bogota actual. Un escenario contador de historias que, queramos o no escuchar, son tan reales y sorprendentes como estremecedoras.
La Plaza España es sobrecogedora. Es la muestra palpable de lo que toda ciudad oculta y segrega. Por ella transitan a diario ciudadanos marginados a los que se les teme, a los que se prefiere ignorar, a los que vemos con una mueca.
La limpieza del lugar no es sospechosa, es nueva. Hace parte de la estrategia de realización de derechos que adelanta la Secretaría Distrital de Integración Social –SDIS-. Una estrategia que va mucho más allá de la barrida y lavado diario de la plaza. Una estrategia que parte de una certeza: El habitante de calle es un ciudadano que necesita, más que se le proclamen sus derechos, que se le garanticen oportunidadades para la realización de sus necesidades.
Hoy, 10 de octubre, en la Plaza España no solo se encuentran los profesionales del programa Contacto Activo, una estrategia que recuerda el viejo adagio “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”, sino también el quirófano móvil de la Secretaría Distrital de Salud donde se atiende de forma gratuita a las mascotas del sector; la unidad movil de autocuidado de la SDIS donde los habitantes de calle tienen la oportunidad de bañarse, afeitarse y cambiar su ropa y el programa Radio Calle, una propuesta de la SDIS que amplifica la voz de quienes hacen de las calles, arterias vivas de la ciudad.
Por mi lado pasa el viejo toño quien se llama Jesús y al que también se conoce en la calle como “el soldado”, por el porte de recluta que mantiene a pesar de las vicisitudes de la calles; “el esquimal”, por la cantidad de ropa que siempre lleva encima y “el caminante” por tener su cambuche en el Restrepo.
Viejo Toño tiene 42 años, de los cuales lleva 29 en la calle. “Aquí llegué por malas desiciones, la peor de ellas, la droga”, dice al tiempo que escupe al suelo y con rabia remata: “pero que carajo, la calle nunca fue el problema. Lo que verdaderamente es el problema es cómo la gente que se dice de bien le da la espalda a uno. Eso es lo verdaderamente jodido y, cuando eso sucede, es cuando todo se pone feo”.
Toño tiene un hijo de 4 años, Miguel Ángel, en honor al pintor. Lo tuvo con Angie, “una mujer hermosa” que conoció en la calle y que `dejó el ponny` cuando tuvo a miguelito”.
Me pregunta con burla que qué van a dar e inmediatamente suelta una carcajada y me dice que me está tomando el pelo, que él está enterado de los programas de autocuidado, del comedor comunitario y de desintoxicación que brinda la Alcaldía, así como el programa de vacunación a las mascotas. “Aquí estoy para ayudarme. No soy un niño al que haya que darle todo, soy un viejo; en las calles he vivido y visto de todo, a ellas ya me he acostumbrado. Agradezco los programas de la Alcaldía para que me traten como lo que soy: un ser humano que vive en la calle”, dice con tanta seguridad y seriedad que por un momento pienso que va a volver a estallar en carcajadas.
La sobriedad la rompe con un pequeño golpe que me da en el hombro al tiempo que, señalando a una mujer, me dice “así de hermosa era mi Angie”. La mujer que me señala es Gina Lucía una de las invitadas al programa Radio Calle que hace parte del centro de autocuidado “Javier Molina” donde los habitantes de calle tienen la oportunidad de hacer parte de programas de desintoxicacion y recuperación.
Toño, para cuya mayor preocupación es `quedarse sin armadura` y el mayor dolor es haber perdido los dientes a causa de la droga, recoge las latas que ha recogido en su camino hacia la Plaza España, por las que obtendra unos dos mil pesos y sale corriendo a escuchar a Gina Lucía.
Radio Calle
Dándole la espalda a la antigua fábrica de pastas El gallo, bajo dos carpas móviles, se encuentra la estación de Radio Calle, un proyecto radial de la Secretaría Distrital de Integración social –SDIS- , innovador tanto en su formato, como en su contenido.
“Una radio que desde la calle amplifica la voz de los y las de la calle, de todos los que caminamos esta ciudad”, dice Jorge Rojas Rodríguez, secretario de la SDIS y quien asume como director del programa que durará una hora y se transmitirá en vivo.
En el set de transmisión están varios periodistas de la SDIS, algunos de los invitados que hacen parte de los programas de atención a los Habitantes de Calle de la Secretaría, la edilesa de la localidad y el director del Hospital San José, entre otros.
Toño, quien está alucinando por Gina Lucía me dice que este tipo de cosas es lo que le devuelven la humanidad a los que todavía algunos y algunas siguen llamando desechables. “Que nos escuchen. Así como suena por la radio, la voz del presidente, hoy suena la de nosotros… que viva Radio Calle”, dice con evidente pasión. Bogotá es humana, le digo mientras lo veo alejarse con sus latas.
Con estos programas la Plaza España se convierte en el epicentro de atención y lucha contra la segregación social. Un lugar que ha visto pasar generaciones por más de un siglo, hoy es testigo de pasos seguros en la erradicacion de la pobreza extrema.