Doña Gladys, la persona mayor que plasmó un ‘Apocalipsis’, sobre un lienzo

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Bogotá, agosto 23 de 2017. Como una línea fina y extensa sobre un lienzo… Así ha sido la vida de doña Gladys Teresa Forero Lloreda: un pulso fuerte y constante con momentos llenos de colores claros y oscuros, como sus obras, como la vida.

De cabellera abundante y rebelde, irreverente por esencia y sincera sin prudencia habita aún en su casa materna, en el barrio Palermo. Su hogar sirve como estudio. Allí no sólo pinta, también exhibe sus cuadros. Vive el presente con alegría y con la esperanza de poder alguna vez revelar al mundo su obra más compleja, dramática y espiritual: ‘Apocalipsis’.

Para doña Gladys la soledad no es sinónimo de tristeza, sino un estado que facilita la reflexión, la crítica y la creatividad. Los recuerdos y anécdotas son constantes. Algunas veces nostálgicos, pero siempre vivos en la memoria y en el corazón, como sus cuadros y pinturas que cuelgan de las paredes de su casa. Todos tienen historia, una razón por la que fueron creados, se relacionan con situaciones, lugares y personas; trascienden el tiempo y el espacio.

Ella cuenta que aprendió a pintar antes que hablar y lo primero que coloreó fue una flor. Sus padres se impresionaron tanto de la perfección de los trazos como de su capacidad de combinar los colores armónicamente. Desde niña mostró sus inclinaciones artísticas y su padre le compraba siempre cajas de colores finos para motivar aun más su aptitud por la pintura.

De padre bogotano y madre caleña creció en el seno de una familia numerosa y amorosa. Fue la tercera de 10 hijos: seis hombres y cuatro mujeres, quienes hacían de la casa una extensión del colegio. Una vez los dejaba la ruta, la casa se convertía en el ‘Club del niño’.

Allí aprendió a coser a máquina, mientras que las niñas se disfrazaban con los vestidos de veraneo de su madre y jugaban a ser reinas de belleza. Sus nueve hermanos eran sus “amiguis”. Con ellos también jugaba mucho. Uno de ellos le enseñó cómo ubicar su cuerpo y sus puños para boxear mientras que otro cantaba y la invitaba a montar números musicales.

Ella refiere con detalle sus vivencias, atrapa la atención y despierta la imaginación de quien la escucha como si se tratara de esas historias de hace décadas eran narradas en la radio. Sus padres, siempre conscientes de su potencial, la inscribieron en distintos cursos y talleres en los que aprendió belleza, modelaje, etiqueta, glamour, danzas y ritmos folclóricos, entre otras temáticas. Por esa razón terminó cursando al tiempo el quinto de primaria y el quinto de bachillerato. “Yo era una niña grande”, afirma.

Estudió en el Instituto Superior de Educación (INSE), hoy Universidad de la Sabana, obteniendo en 1974 el titulo de ‘Técnica Superior de Enseñanza en Bellas Artes’.
 

Su mayor inspiración

Para doña Gladys su más grande inspiración es su madre, la señora Gladys Lloreda, fisioterapeuta de la Universidad del Rosario y exdirectora del Instituto Roosevelt en Bogotá. Una mujer a quien su hija define como estudiosa, investigadora y de avanzada. Según ella supo alternar sus estudios universitarios con la crianza de ocho de sus hijos, en tiempos en los que se relegaba a la mujer a ser ama de casa y cuidar de sus retoños.

Habla el inglés de supervivencia. Afirma que, en cambio, lo entiende mucho mejor. Por una larga temporada sus padres vivieron en los Estados Unidos. Allí se conocieron y se casaron. Le inculcaron la segunda lengua, y creció con el conocimiento de ambas culturas. De hecho, cuenta con orgullo que su madre fue en varias ocasiones contratada como traductora por la Presidencia de la República y que uno de sus últimos, y más importantes trabajos, fue la traducción del manual de los helicópteros ‘Black Hawk’. Como traductora, fue muy reconocida con el nombre de ‘La traductora Lloreda’.

Doña Gladys también aprendió modistería, confección y dibujo publicitario. Se autodenomina “Modistilla de a peso, diseñadora de a millones”. No tuvo hijos, pero la vida le regalo dos sobrinos que la consideran como su tía mamá. Sin embargo, su gran vínculo amoroso es con su madre, quien manifiesta que su hija no ha mostrado el resplandor de su alma creativa. Durante muchos años doña Gladys fue una mujer callada que decidió alejarse de los lienzos, acuarelas y pinceles. Su arte, asegura, es de tendencia impresionista y durante esa época lo que más le costó fue desprenderse de sus cuadros. Pero el deseo de pintar surgió nuevamente y fue incontenible.

Paradójicamente su afán por pintar se convirtió en una deuda pendiente por saldar con su madre. Es así como ‘Apocalipsis’ es una metáfora, como la segunda venida de Cristo. La obra es el arte revelado a su madre. Es todo su interior artístico expuesto al ser más incondicional.

En esos momentos difíciles por la hospitalización de su progenitora fue cuando doña Gladys se enteró por medio de una cuñada de la existencia de la Secretaría Distrital de Integración Social. Desde entonces y por poco más de 3 años asiste al Centro Día ‘Tierra de Saberes’ y recibe la ayuda de un bono de alimentación por valor de $120 mil del proyecto ‘Bogotá Te Nutre’, proyecto que entrega un total de 271 bonos para las localidades de Barrios Unidos y Teusaquillo.

Vive feliz y muy agradecida. “El beneficio es de gran ayuda, hace la diferencia”, expresa dichosa. Da gracias a Dios y bendice a la administración de la ‘Bogotá Mejor para Todos’.

Ella es una mujer emprendedora diseña y elabora talegos que ella misma pinta. Hace parte de un semillero de iniciativas empresariales llamada, ‘Quiero desplegar mis alas’, proyecto que surge en el Centro Día ‘Tierra de Saberes’ de la Subdirección Local de Barrios Unidos y Teusaquillo, el cual busca apoyar las iniciativas productivas de los adultos mayores para ayudarlos en la consecución de recursos para su sostenimiento.

Sabe muy bien de las necesidades de las personas de su edad por lo que le imprime a sus compañeros la iniciativa de emprendimiento. Destaca del grupo lo hermanable y solidarios que son. Ella ha rifado varios de los talegos que elabora para poder contribuir al desayuno que toman en el Centro Día, lo que los convierte en una gran familia.
Reconoce las capacidades que tienen los adultos mayores como por ejemplo al que elabora instrumentos musicales, otro sabe de música.

Sugiere que ese manantial de conocimiento debería ser aprovechado. Ella misma quiere instruir sobre pintura, aprender a pintar, “agiliza la memoria”, dice y es un ejercicio que recomienda para ayudar a que el cerebro este en funcionamiento. Ella quiere que más personas conozcan su creación, mostrar ‘Apocalipsis’ en un espacio como el estadio El Campín. Sí, doña Gladys sueña y aspira materializar eso que la mueve, porque su esperanza es el arte y el profundo amor por su madre.
 

 
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