“Soy un Santo pero no de iglesia; yo hablo, escribo y bailo. Ayudo a construir la paz, ¡sí!, y si eso es estar loco pues que así sea”. No termina la frase cuando ya se está riendo.
Todo en él tiene un aire de tipicidad, de emblema, de recuerdo. Parece un disparate suspendido en el tiempo.
“Soy general, pero no del Ejército; ¡soy general del pueblo y de Dios!, ¡mis fusiles son los volantes y mis balas las ideas!”, repite la consigna, repite el estribillo y repite el grito con los pies muy bien puestos en el piso, las manos en alto y la mirada fija en una multitud inexistente.
Nada en él es impuesto, todo lo contrario: está dispuesto en orden minucioso, en orden de político de antaño."Para hablar hay que saberse mover. El discurso hay que decirlo con el cuerpo y el vestido para que el pueblo lo crea. Eso lo aprendí del respetable Jorge Eliecer Gaitán", dice.
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Enjuto y de ojos azules, de piel blanca y sin un solo diente, acaricia la corbata de paño gastado que hace juego con una camisa que pudo ser blanca; un pantalón de paño fino que alguna vez fue azul; un blazer estilo militar con medallas y baratijas colgantes; un quepis con el escudo nacional y unos tenis gastados que le dan un aire contemporáneo a su atuendo. A su lado siempre un bastón de mando con cintas de muchos colores.
Su nombre es Aníbal Muñoz. Tiene 87 años y es oriundo de “un pueblito que se llama San Bartolomé, que pertenece a un pueblo que se llama Pacora, en Caldas”.
Su madre quiso que fuera sacerdote, pero se inclinó más por la vida artística; por eso admira a todos los artistas. Al preguntarle qué seriamos los colombianos si viviéramos en paz, responde sin dudar: ¡artistas sumercé, artistas!
Gran parte de su niñez y toda su juventud la vivió en Medellín. Allí fue cantante de bautizos, matrimonios, fiestas de quince y hasta entierros. Fue ayudante en los mejores clubes y hoteles de la época donde tenía que estar siempre con guantes de seda para no estropear las vajillas. Fue ayudante de cocina y estudió para ser cheff.
A Bogotá llegó hace 27 años buscando una plaza en alguna de las grandes cocinas del Hotel Tequendama. No lo logró y tuvo que conformarse un tiempo con las pequeñas cocinas de los restaurantes de Chapinero. “Eso no era para mí, por eso preferí llenar una vacante de celador en el norte de la ciudad. Allá estuve unos años hasta que me echaron con el cuento de que ya era muy viejo para eso, es decir ¡me desecharon!, cuando eso sucedió, me di cuenta que llevaba toda la vida muerto, por eso decidí convertirme en el ángel y general de la paz”
SantDua, así lo escribe y así prefiere que lo llamen, fatiga las calles repartiendo hojas volantes con versos satíricos y hablando de la actualidad política con desenvolvimiento de especialista. Su
vestimenta, amabilidad y casi perenne permanencia en el Parque Santander, al que llama “mi oficina”, lo han hecho un personaje de fácil recordación. Un personaje que se ha ganado el cariño de muchos, un personaje que más parece nuestra conciencia contemporánea. El sabor de una época en que soñamos con el fin de la guerra interna.
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“Yo no recuerdo mucho mi infancia, o sí, pero prefiero no hablar de ella. Es que tanta pobreza nunca es buena. Solo estudié hasta segundo de bachillerato porque hasta ahí alcanzó la plata. Con mis padres fuimos de un lado a otro haciendo y deshaciendo maletas; cada vez que la pobreza nos agarraba los huesos, cada que se agotaban todas las posibilidades, empacábamos y de nuevo agarrábamos camino”, dice SantDua rematando con una perplejidad: “contra mí nunca ha sido la violencia armada, yo nunca he vivido una masacre o el asesinato de un ser querido o conocido, la mía es más la violencia de la pobreza, esa que se lo come a uno sin darse cuenta”.
Esa perplejidad, que no es extrañeza, es la base de sus propuestas sociales:“Es que necesitamos políticos capaces de sentir dolor por quienes no tenemos oportunidades, por los viejos, por los que aguantan hambre en la calle”.
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Varias entrevistas, crónicas, perfiles y fotos sobre SantDua recorren la web ganando espacio, las propuestas que guardan en su portafolio son dignas de escucharse y estudiar con detenimiento.
“Colombia necesita una presidenta. Ese palacio lo que necesita es personal femenino, y no lo digo por machismo, lo digo es porque ya le hemos dado muchas oportunidades a los hombres y todo está peor. Ya casi voy a cumplir 88 años -15 de agosto- y no he visto cambiar nada. Acá –portafolio- tengo muchos pensamientos que voy a editar en un libro que se va a llamar: “SI YO FUERA PRESIDENTE”, van a ser consejos para todos aquellos que quieran ser personajes importantes de la vida política”
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SantDua siempre remata sus pensamientos y frases con risas, una risa sincera, una risa crédula. A sus 87 años aún guarda esperanzas de ver cambios en el país. “yo sé que esto va a cambiar; míreme a mí, hasta hace unos meses me tocaba dormir casi que en la calle, y ahora tengo un comedor y un albergue allá detrás del Cementerio Central –Centro Zasua- hogar para la atención de adultos mayores donde me tratan como a una persona que aún tiene mucho por aportar. Eso da esperanza y seguridad de que los cambios son seguros”.
SantDua no guarda elogios para la Bogotá Humana, la mejor administración, según él, que ha pisado el palacio Lievano. “Gracias a sus programas ya puedo pensar en ingresarme a un lugar donde pueda escribir mi libro”, dice.
Ya sabe donde se va a internar para hacer realidad el libro con el cual piensa aportarle a los políticos de la posguerra. En el portafolio que cuida como tesoro tiene varios borradores de lo que puede ser la introducción de ese texto que "le devolverá la moral y las luces a esta maltrecha democracia".
Por lo pronto, SantDua seguirá durante el día en el Parque Santander de Bogotá -cra 7 con 16- al amparo de las iglesias de la Veracruz, de San Francisco y de la Orden Tercera. Allí continuará con sus arengas y amabilidad abierta a todos aquellos que quieran hablar con él. Allí mantendrá su oficina y desde ahí soñará en ese país donde las violencias hallen, por fin, su extinción.
En las noches estará en uno de los varios hogares que la Bogotá Humana, a través de la Secretaria Distrital de Integración Social, dispone para el restablecimiento de derechos de las personas mayores.
De día y de noche el general de la paz seguirá hablando, escribiendo y bailando por la paz.
Julio Pulido
Oficina Asesora de Comunicaciones
Secretaría Distrital de Integración Social