Secretaría Distrital de Integración Social

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Secretaría de Integración Social le da un nuevo aire a Marlovia

 

  • Desde que Marlovia dejó en manos del servicio de lavandería comunitaria el lavado y secado de su ropa, siente que su labor de cuidadora está siendo recompensada y puede invertir este tiempo en su propio cuidado.
  • Así como esta mujer va una vez a la semana a este servicio, cualquier cuidador o cuidadora de menores de 5 años, de personas con discapacidad o mayores de Usme puede utilizarlo.
  • Más de 50 cuidadores y cuidadoras llevan su ropa, semanalmente, a la lavandería y, a la par, realizan actividades físicas, culturales y toman un nuevo aire.

 

Bogotá, D.C, abril 6 de 2022. Usme es una localidad al sur de la capital del país que en 2017 contaba 340.101 habitantes de los cuales el 8 % corresponde a personas mayores de 60 años. Marlovia Gutiérrez, a sus 65 años, es una de ellas, y vive a tan solo 5 minutos del Centro de Desarrollo Comunitario (CDC) de Integración Social.

Todos los jueves, esta mujer, que luce una piel tersa y sus uñas largas, tiene una cita sagrada con sus amigas para el lavado de su ropa y la de su familia, realizar sus ejercicios, practicar yoga, y recoger las verduras de la huerta comunitaria que sembraron hace más de un año.

Y es que antes de salir de casa, Marlovia, cuyo nombre de origen ruso lo heredó de quien iba a ser su madrina, la patrona de su señora madre que vino a ese país y falleció, selecciona la ropa blanca para lavar a mano en su casa y, el resto lo lleva al servicio que puso en funcionamiento el Distrito en esta Manzana del Cuidado.

Marlovia pone en su carrito de mercado, adaptado en estas ocasiones para llevar hasta donde están ubicadas las lavadoras y secadoras, la ropa oscura de su esposo, la de sus dos nietos y la de su hija que vive con ella. A un lado va el jabón y el suavizante que serán aplicados a las máquinas para hacer el proceso de lavado.  La oportunidad de tomar este servicio le llegó como un regalo del cielo, porque su lavadora sufrió daños que no ha podido arreglar, debido a los altos costos para su reparación. 

Su turno es a las 10 a.m. y lo comparte con otras 2 mujeres más, ya que es necesario disponer de 2 horas para que su ropa salga limpia, seca y lista para usar. Antes, muy temprano a las 8 a.m. otras 3 usuarias se anticiparon al lavado de sus prendas de vestir. “En este servicio se manejan 3 horarios los cuales se cumplen con rigurosidad por parte de las usuarias, como un gesto de respeto por cada una”, señaló Enrique Mazorco, quien está a cargo de operar las máquinas y entregar la ropa a cada una de las usuarias de este servicio.

Una vez la ropa queda en “custodia” del señor Mazorco, Marlovia con la visera en su cabeza se integra al grupo de 40 personas, en su mayoría conformado por mujeres, que al aire libre escuchan al instructor para coordinar los ejercicios de yoga y aeróbicos. Por espacio de una 1 hora toma aire por la nariz, sube y baja los brazos, estira su cintura y espalda, salta suave y se desconecta de la realidad. Finalmente, termina con una sonrisa y un aplauso para el instructor.

Mientras Marlovia hace ejercicio en la plazoleta al Viento del CDC de Usme, en la sala donde funciona el servicio de lavandería, Enrique cumple su misión de vigilar que el ciclo de lavado de ropa de Marlovia acabe y pase, de una vez, a la secadora.

 

 

“Con este servicio de lavandería que me brindan ahorro tiempo, puedo tener un descanso y realizar mis ejercicios, hablar con mis amigas, disfrutar este día ya que como mujeres nos toca hacer el oficio de la casa, mandar los nietos a estudiar, y hacer de comer. Cuando yo termino y recojo mi ropa salgo contenta y voy por mis nietos”, contó Marlovia, al salir de sus ejercicios, con los pómulos un tanto enrojecidos.

Para la subdirectora local de Integración Social de Usme- Sumapaz, Claudia Pastor, se trata de una apuesta para reconocer el trabajo de los cuidadores, tras resaltar que “con este servicio de lavandería comunitaria, se busca reducir los tiempos de cuidado de aquellas personas que dedican parte del día a día a labores de cuidado de menores de 5 años, personas con discapacidad o personas mayores”.

Aún no ha llegado la hora de reclamar sus prendas y, junto a sus amigas más cercanas, Marlovia ingresa a la huerta que cultivaron y cuidan permanentemente. En este punto, con azadón en mano, se encuentra con Graciela Areguí, una zipaquireña con sangre italiana, que llegó a Bogotá hace 25 años y ahora dedica parte de su tiempo a este pequeño lote cultivado con amor, quien nos enseñó que “la zanahoria es el cultivo que más se demora en madurar”.  

El verdor que refleja esta huerta y la limpieza de su suelo dan cuenta del compromiso que adquirieron estas 7 mujeres que permanecen en este proyecto. Con herramientas en mano, que cada una trajo de su casa, empiezan a recoger el apio, el perejil, la acelga y la lechuga, verduras que agrupan en un solo sitio.

El paso siguiente es la distribución de los productos, proceso que para ellas es muy equitativo y fraterno, ya que aquí han fortalecido su solidaridad, su interacción y su interés por el otro.

Mientras todo esto pasa, Enrique Mazorco continúa en su labor. “El pesaje de la ropa no debe sobrepasar los 15 kilos y no se recibe ni ropa interior, ni cobijas, ni cortinas”, dijo Enrique al destacar que con su trabajo contribuye a que las mujeres tomen una jornada de respiro bien merecido, luego de añadir que “actualmente son 3 las lavadoras y secadoras que están en funcionamiento, pero la meta es poner a funcionar 5 lavadoras más que ya llegaron para este servicio”.

Finalmente, Marlovia concluye su jornada de respiro y con verduras listas para el almuerzo, se despide de sus coequiperas de huerta, regresa a donde Enrique, quien hace entrega de su ropa y, de nuevo, le indica que el próximo jueves la espera a las 10 a.m.

 

Fruto del cuidado

En otro tiempo, la historia de esta mujer y su jornada de respiro sería casi imposible de contar en el contexto que históricamente ha rodeado a las mujeres cuidadoras y su desconocimiento del trabajo que realizan en las labores del hogar como limpiar, cocinar, lavar ropa, conseguir y preparar alimentos, cuidar de niños y niñas, y personas adultas mayores.

En la actualidad, la administración distrital lidera el Sistema Distrital de Cuidado, más conocido como SIDICU, que tiene en sus premisas el reconocimiento del cuidado a las personas que cuidan para liberar tiempo e invertirlo en sus proyectos de vida.  

A través de los servicios ofertados por este sistema se brindan espacios de formación y de respiro para las cuidadoras, gracias a las  actividades lideradas desde las diferentes entidades adscritas a la Alcaldía Mayor de Bogotá, tales como: atención psicosocial, psicojurídica y en trabajo social, actividades físicas colectivas, prevención y promoción en salud, defensa personal, centros de escucha LGBTI y de mujeres, gestión de riesgos en personas, talleres empoderamiento económico, entre muchos otros.

Así como este servicio de lavandería funciona en Usme, hay tres más en Bogotá en las Manzanas de Cuidado en Bosa, Usaquén y Santa Fe, a las que asisten las cuidadoras para hacer uso de la lavandería comunitaria y a disfrutar de las zonas de descanso y autocuidado.

 

 

 

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