“Necesito a los niños para generar más sensibilidad y atraer a la gente con más facilidad”

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Son las 2:04 de la tarde de un sábado cualquier. Ahí en un rincón, bajo una pequeña sombra de una sucursal de un banco, está sentada una mujer de mediana estatura con dos bebés que no superan los tres años. Inmediatamente el equipo móvil de infancia, conformado por cinco profesionales, se reúne en la plazoleta de la calle 85 con carrera 15. La identifican y se dirigen a ella para hacerle las preguntas pertinentes, ¿cómo se llama? ¿De dónde es? ¿Por qué está en esa situación?, entre otras, para orientarla y ofrecerle la oferta social que tiene la Secretaría de Integración Social.
 
 
Ella cuenta que es venezolana, quien ha sido atendida ya por Bienestar Familiar (ICBF). El niño de dos años está en un jardín infantil, pero que el bebé de cinco meses aún no tiene atención integral. Yorlay Giraldo llegó al país hace un año y unos meses, dice que pide monedas con el fin de recolectar recursos para mandar a traer al marido que está en Venezuela. Pero, según ella, para poder recolectar dinero, “debo estar con los niños en la calle para generar más sensibilidad y atraer a la gente con más facilidad”. Inevitable, están en estado de mendicidad.

Su situación es deplorable, sus caritas están sucias, la mucosidad sale de sus pequeñas narices y ruedan por sus labios. Su ropita mugrienta denota la falta de aseo quizá de días. El niño de dos años come desesperantemente unas galletas, que se desintegran con cada mordisco. Las migas caen al piso sucio y lleno de colillas de cigarrillos. Rápidamente el bebé busca recogerlas para llevárselas a la boca.
 

El otro pequeño, mira con ojos tristes a unos de los brigadistas mientras sonríe sutilmente, dejando caer saliva de su boquita, señales de que apenas le están por salir sus dientes. La ropa que lleva puesta el bebé de brazos está algo desgastada. Una sola camiseta que tienen, no le cubre el frío. Un pantaloncito térmico le ayuda a calentar sus piernas, no tiene zapatos, solo un par de escarpines muy sucios que no tienen ya ni color. La escena es triste, arruga el corazón, aflige el alma.

La madre no mide más de 1.55 cms., de estatura y con apenas 18 años ya lleva dos niños a cuesta. Una manta azul rueda en el piso, se supone que con ella arropa al bebé cuando se duerme. ¿Dónde? En el suelo frio. Lleva consigo un morral revolcado y un jugo en botella para darles por si lloran de sed. No hay nada más, no hay comida. La gente pasa y los ve. Al parecer, en una escena repetitiva. Es el lugar donde se suelen ubicar todos los días para pedir limosna. Los niños son un gancho perfecto para conmover a los transeúntes que le dan plata una y otra vez. Ella se ve triste, angustiada, pero dice que no tiene otra opción.

Sus pantalones beige tienen manchas de suciedad como si no los hubiese cambiado en días. Una chaqueta entre negra y marrón disimulan las manchas de sus tenis violeta, casi desgastados por las largas caminatas del día a día. Pareciera que le indicaran que aún hay pasos por recorrer, por sus hijos, por ella. La estrategia móvil le sugiere que con la edad del bebé ya lo puede matricular en un jardín de la Secretaría. Ella se queda pensativa.

A cuatro pasos de donde estaba el equipo atendiendo a Yorlay y sus dos hijos, una pareja también de venezolanos se ven tensos. El equipo le brinda la ayuda, pero estos no aceptan. Se rehúsan, se ven nerviosos. La mujer lleva en sus brazos a un bebé de tan solo cuatro meses de nacido envuelto en una cobija rosada. Deja ver el niño con cautela; los profesionales notan que el bebé no es de ellos; de ahí el nerviosismo de la pareja, que lentamente se va alejándose sin dar muchas explicaciones.
 
 

Este último caso no es desconocido para el grupo. Liliana Benavides, profesional de Seguimiento de la Estrategia Móvil, de la Secretaría de Integración Social, cuenta que hay una especie de préstamos de niños en las calles, “los equipos de respuesta inmediata en sus diferentes abordajes y sobre todo con población migrante venezolana han referido que, en ocasiones, hacen el alquiler de niños, es decir que alquilan los bebés por un monto de dinero por determinadas horas. Esto se lo hemos dado a conocer al ICBF y ya tienen conocimiento de la situación, solo esperamos que estén haciendo algún tipo de proceso o seguimiento a estas denuncias”, especifica la funcionaria.

Ya son las 2:37 p.m., y en ese pequeño recorrido ya van tres niños identificados por el equipo. No han caminado una cuadra y se divisan tres niños más jugando en un andén. Nueve, seis y dos años. La madre atiende un pequeño quiosco de confitería. Ellos son colombianos. El grupo se acerca, habla con ella y le pregunta que, si pueden jugar con los pequeños, para explicarles la importancia de juego y las actividades lúdicas a las que tienen derecho. Entonces les realizan un taller itinerante de lectura, juegos y ‘pintucaritas’, todo transcurre en la calle. Da gusto y alegría verlos felices así sea por unos minutos.

La tarde corre velozmente. 3:22 p.m., continúan el recorrido que tiene trazado alrededor de la calle 85 con carrera 15, para seguir identificando más niños en condición de mendicidad o trabajo infantil. A lo lejos un señor con una carreta de reciclaje, con dos de sus tres hijos adolescentes, de 13 y 12 años busca entre la basura. Son venezolanos.

Padres trabajando, niños jugando

Por un momento la lluvia amenaza con el recorrido de la jornada. Pero al equipo no le importa el sol o la lluvia. Incesantemente, el amor por su trabajo los lleva a seguir en las condiciones que sean, todo por los niños, todo porque estén en mejores condiciones.
 

Afortunadamente fue una llovizna pasajera que aprovecharon para jugar con los adolescentes, juegos de destreza mental. El padre de los menores estaba feliz de que por fin sus hijos van a estudiar. Su rostro no cabía de emoción de que haya llegado ese grupo de funcionarios a cambiar sus vidas.

4:15 p.m., el recorrido continuó. No hay tiempo ni para tomar agua. Deben identificar más niños antes que caiga la noche. Aparecen tres niños más en condición de trabajo infantil con sus padres. Hay que aclarar que la entidad no tiene la competencia de retirar los niños mientras estén con sus padres, de una u otra forma están protegidos.
 

“La respuesta es inmediata del equipo que trabaja 24/7 atendiendo las denuncias de la ciudadanía y abordando en calle a los niños en condiciones vulnerables. Las zonas de Chapinero, Usaquén y Suba son los lugares donde más se han identificados niños en condición de mendicidad y trabajo infantil”, puntualiza Liliana Benavides

En total nueve niños fueron identificados solo en media jornada. A todos los padres se les hizo la oferta institucional. Algunos fueron remitidos y orientados a los diferentes servicios que tienen la Secretaría, entidades y colegios Distritales.

Finalmente está cayendo la noche. 5:45 p.m., el grupo hace el balance de la jornada en diferentes modalidades. Unos son recurrentes, nuevos y otros es mejor no acercarse por la agresividad de los progenitores, pero la secretaría seguirá insistiendo, persuadiendo, convenciendo a los padres para que acudan a los servicios, alejen a los niños de las calles y así evitar poner en peligro la vida de ellos. Los niños deben desarrollar su ciclo vital, estudiando, jugando y creciendo felices en una ciudad mejor para todos.

Si usted ve a niños en mendicidad denuncie a la línea 313 488 1470.  

 
 
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