Sandra, exhabitante de calle que se recuperó y ahora quiere salvar a su hija de la droga

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Bogotá, mayo 19 de 2017. La razón más grande para que Sandra Gil dejara las calles, tras la intervención de El Bronx, fue recuperar a su hija, de 18 años, quien deambula por un caño del barrio Galán. Sí, su retoño ahora es habitante de la calle como lo fue ella. 
 
La abandonó muy pequeña, de 9 meses, eso fue hace 17 años en la casa de su mamá. Ahora, cuando estudia para terminar su bachillerato y cursar Trabajo Social en la universidad, Sandra, de 37 años, tiene claro que la única forma de recuperarla es dándole ejemplo.

“La chiquita tiene 18 años y está en las calles. Me han dicho, porque no la conozco. No sé cómo es. Me dijeron que deambula por un caño en la tercera. Quiero buscarla cuando esté como quiero estar, bien” dice Sandra entre lamentos.

“A veces me siento débil y siento que aún no es el momento. Quiero mostrarle a la gente y a ella que yo sí pude salir de la calle y de la droga. El mejor ejemplo soy yo. Quiero mostrarle que sí se puede. Pude estudiar y lo estoy haciendo porque quiero que ella esté bien”, asegura afectada.

Le duele pensar en ella y los años que perdió por estar en la calle. Quiere enmendar su error y va por buen camino.

No fue fácil. Sandra, como muchos habitantes de la calle, encontró en ‘El Bronx’, su segundo hogar. Allí tuvo su ‘bareque’ donde vendía marihuana y pepas. Empezó muy joven, a los 20 años, 8 meses después de dejarle a sus dos hijas a su mamá, quien pensaba que Sandra después de ese día había muerto.

“Lo más lindo fue volver a ver a mi mamá y a mi hija mayor. Fue muy lindo saber que mi hija fue a buscarme y abrazarme. Eso es una alegría muy grande. Llevaba como mes y medio de recuperación y la llamé porque siempre me supe el teléfono de la casa. Mi mamá me dijo, ‘¿mija cómo está?, yo pensaba que sumercé estaba muerta, qué rico saber de usted’.
 

A la semana siguiente mi familia llegó al centro de atención a visitarme. Primero fue mi mamá, luego mi hija. Fue bonito, me abrazaron. Mi hija mayor es enfermera, es una niña muy inteligente, madura, centrada en lo que está haciendo”, cuenta Sandra con esperanza y orgullo.

Es consciente que dejar las calles y el consumo es difícil. Sin embargo, tiene claro cuál es su futuro y lo que quiere hacer en la vida. “Esto es difícil, pero la calle es mucho más difícil de vivir. Me queda poco tiempo para salir pero estoy esperando terminar mi bachillerato, presentar el ICFES en agosto.

Está haciendo décimo y once y su meta es terminar y meterme a la universidad, quiero estudiar trabajo social para ayudar a mis compañeros y ayudar a mi hija, quien sé que está en la calle y quiero estar lo más fuerte para ser fuerte por ella y para ella”, sentencia con firmeza.

Llegó a ‘El Bronx’ como muchos, por las malas amistades. Era una mujer con una vida tranquila y normal, trabajadora del sur de la ciudad. Laboraba en un almacén y luego de una fiesta conoció el famoso ‘carro’, la pipa del infierno.

“Tuve a mis dos niñas y a los 8 meses conocí el ‘bazuco’. Salí a bailar con los amigos del almacén, me junté con unas amistades, me presentaron el dichoso ‘carro’ y ahí me quedé. Ya había conocido el ‘bazuco’ cuatro años antes en ‘pistolo’ y no me gustó, pero con la pipa sí. Me interné en ‘gancho azul’ como 3 años. Conocí como un señor que era un papá para mí. Me ayudó mucho, me ponía a dormir pagando pieza. Era consumidor pero de los limpios, de los que salen organizaditos. Mantuvimos el ‘bareque’, vendíamos, marihuana, pepas, de todo. Llegaba la gente a consumir, y usted sabe que eso es normal allá, en esa época. Estuve en ‘Cinco Huecos’. Es que eso para qué hablarlo, son cosas que es mejor no recordar”, finaliza entre suspiros.

Sandra ya no quiere tener recuerdos oscuros. Solo hablar de proyectos, de sus planes a futuro y sobre todo de encontrar en algún lugar de Bogotá a su hija menor y poder convencerla y sacarla del infierno y de la droga, así como ella un día salió cuando en la madrugada del 29 de mayo las autoridades al mando del alcalde Enrique Peñalosa le pusieron fin a la Calle de El Bronx, denominada, la república independiente del crimen.
 

 
 
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