Carlos, el ‘paisita’ que a punta de flores y cuadernos se alejó de las calles

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Bogotá, 9 de Octubre de 2017. Carlos Julio Toro hace más de 11 meses viene disfrutando de todo lo que la vida le ha vuelto a brindar: alegrías, satisfacciones, sacrificios y recompensas. Y todo gracias a la decisión que tomó en la madrugada del 28 de mayo del 2016, cuando el Distrito adelantó la intervención del antiguo ‘Bronx’. Ese día decidió dejar muchos años viviendo en la calle pasando por el antiguo ’Cartucho’ y terminando en el infierno de la ‘L’.

La situación de desplazamiento que para la gran mayoría de colombianos fue un tema que por muchos años azotó a diestra y siniestra los sectores campesinos y rurales de muchos municipios del país, esa violencia llena de masacres generadas por grupos armados al margen de la ley, tocó muchas veces las puertas del seno de su hogar. “A la edad de 24 años tuve que ver la muerte de mis familiares. Varios de ellos asesinados por culpa del vicio o las malas compañías. Otros por la simple terquedad de algunos violentos que mataban sin piedad en mi tierra”, comenta melancólicamente Carlos Julio, remembrando los tiempos de violencia.

Al tratar de huirle a las balas de la violencia y viviendo las constantes presiones de las amenazas, Carlos julio decidió tomar un rumbo desconocido. La capital de país era la mejor opción y a pesar de no tener trabajo, vivienda o dinero en el bolsillo, decidió aventurarse y tomar rumbo a Bogotá. La bienvenida como todo aquel caminante incierto, no fue la mejor: la calle, el desempleo, la falta de plata y el hambre fueron el pan de cada día para su vida.

Su desplazamiento no fue el mejor contorno a la hora de tomar decisiones. Desafortunadamente para su vida los caminos lo llevaron directamente a la calle. Las puertas del antiguo ‘Cartucho’ lo recibieron con los brazos abiertos. “Lo que no me imaginaba era buscar algo de refugio y que a la vez ese lugar iba a empezar a acabar con mi vida”, menciona Carlos, quién ahora luego de esos 20 años en la calle trata de olvidar ese trágico momento.

Vivió mendigando por mucho tiempo en la calle hasta que lo llevó definitivamente a ‘El Bronx’. Allí ya hasta la familia lo había olvidado, su hija hermosa, la única de su vida, ya ni recuerdos en la mente tenía de ella. Pedía comida en la calle, las cafeterías, restaurantes y la ‘olla’, los cuales eran sus sitios frecuentes. “Tener que pedir una limosna en donde la mitad me la fumaba y lo otro me lo comía en algo, siempre me llevaba más al consumo”, recuerda Carlos.

Volver a empezar en tierras antioqueñas.

El día cuando fue la intervención del ‘Bronx’, Carlos Julio ya no le veía salida a ese túnel oscuro del vicio y la mendicidad con el que llevaba la vida. Al escuchar a los ‘Ángeles Azules’, -equipo de la Secretaría de Integración Social que a diario le ofrecen ayuda a los habitantes de calle-, Carlos tomó la decisión de ir a un hogar de paso y porque no empezar de nuevo, y poder sonreírle a la vida.

Desde ese día han pasado 11 meses en la nueva vida de Carlos. El pelo y la barba larga que por varias décadas lo acompaño, terminó en la caneca de los recuerdos. El baño diario, la alimentación sana y la compañía de nuevas personas; todas ellas alejadas del vicio y la calle, fueron los motivantes para seguir adelante. “Nunca pensaba en mí, solo en el vicio. Cuando ingresé a al hogar de paso, empecé a ver los cambios. Por esos días ya me daba cuenta del deterioro físico que tenía, por esos días volví a pensar en mi familia y en especial en mi hija bella a la cual por más de 19 años no veía”, dice Carlos, quien por un momento hace un silencio en su diálogo, y ofrece gracias a su Dios el que lo acompaña siempre.

A la fecha, Carlos Julio ya realizó varios cursos de electricidad, seguridad, sistemas y soldadura. Actualmente adelanta su proyecto de vida trabajando varios días en una empresa privada en donde gracias al trabajo psicosocial del Centro de Atención Transitorio logró ser aceptado y lleva ya cuatro meses adelantando labores en un cultivo de flores. Hace más de 20 años no sabía que era trabajar. Ha recibido de nuevo un salario digno, sin robarle a nadie o tener que mendigar. “Con mi primer pago, fruto de mi trabajo, me di mis gustos. Fui a un buen restaurante bien bueno, comí lo que yo quería y me compré tenis. Dejo para mi ahorro programado en mi plan de vida, voy a la iglesia, me compro lo que quiera”, dice Carlos sonriendo y evocando todas las emociones de las cosas que disfruta a diario.

De manera juiciosa asiste a sus cursos de formación y muy puntual llega también a la empresa donde trabaja. El tiempo que le queda, que es muy poco en su proceso de recuperación, lo aprovecha para hablar por teléfono con su familia y su bella hija. El acento ‘paisita’ que heredó por tradición, lo motiva aún más para devolverse a su tierra al lado de la familia. Quiere visitar de nuevo sus tradicionales pueblitos, darse una vuelta por el ‘metro’ y recorrer de nuevo las calles de las tierras antioqueñas que lo vieron nacer.
 

 
 
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