Toño -42 años, 29 en la calle-, a quien también se le conoce como “El Soldado”, por el porte de recluta que tiene; “El Esquimal”, por la cantidad de ropa que siempre lleva encima; y “El Caminante” por tener su cambuche en el Restrepo, se acerca y estrecha mi mano. La señora que observa se inquieta y suelta una mueca de asco.
¡Dios, le estrecha la mano, está loco!, parece advertir.
No me sorprende. En ésta, como en cualquier otra ciudad, tratar como a un igual, como a un ciudadano, a un habitante de calle sigue siendo un asunto quijotesco y hasta romántico.
Toño, “El Esquimal”, como me parece más acertado llamarle pues siempre lleva tres chaquetas puestas, hace parte de esas 9.614 personas que según el VI Censo de habitantes de calle de Bogotá deambulan por la ciudad. De la cifra anterior el 88,93% corresponde a hombres, el 10,95% a mujeres y un 0,05% a intersexuales. La mayoría de esta población se encuentra entre los 18 y 26 años de edad.
Entre las razón que aducen para decidir habitar la calle, los mayores porcentajes son por las dificultades con la red familiar (44,30%) y el consumo de sustancias psicoactivas -SPA- (33,75%).
Al estrechar la mano de “El Esquimal” y sintiendo la mirada inquisitiva de la mujer, se me vienen a la cabeza las palabras de mi abuela cuando decía que si no estudiaba y hacía caso, una forma de decir que si no me acoplaba a lo común, iba a resultar como ellos, los que para ella y los de su generación eran vistos como desechables. Esa masa de ciudadanos que deambulan bajo el desarraigo y la discriminación. Esa población afectada por imaginarios sociales de segregación pero que están allí con sus realidades y sus problemáticas.
Son ciudadanos, como lo dice el Secretario Distrital de Integración Social, Jorge Rojas Rodríguez, “que no pueden estar por fuera de los procesos de producción y circulación económica”. Esto se ha comprendido en los últimos años y en la actual administración se han desarrollado políticas tendientes a su dignificación.
Dignidad del habitante de calle, el ser humano como centro del desarrollo
La Secretaría Distrital de Integración Social -SDIS- en cumplimiento de uno de los principales objetivos trazados en el marco del Plan de Desarrollo “Bogotá Humana”, relacionado con la “Lucha contra los distintos tipos de discriminación y violencias por condición, situación, identidad, diferencia o etapa del ciclo vital”, ha desarrollado un proceso de inclusión que inicia con la estrategia de contacto activo: ubicar a las personas habitantes de calle en sus propios lugares y espacios para propiciar diálogos y aproximarse a sus dinámicas. A la fecha se han recorrido 16 territorios, identificando 173 cambuches y 112 parches.
Toño ha sido uno de los beneficiados de este proceso de dignificación. Él es tajante en decir que “no soy un niño al que haya que darle todo, soy un viejo; en las calles he vivido y visto de todo, a ellas ya me he acostumbrado. Agradezco los programas de la Alcaldía para que me traten como lo que soy: un ser humano que vive en la calle”, idea en la coincide con el secretario de la SDIS, Jorge Rojas Rodríguez, cuando afirma que las políticas de la SDIS tienen un enfoque en el que más que proclamar, defender y promover derechos, de lo que se trata es de trazar una ruta de realización efectiva de los mismos.
Y es en esa ruta de derechos para los habitantes de calle en que encontramos los centros de autocuidado, los centros de acogida y los centros de desarrollo personal integral, como las modalidades de atención dirigidas a reintegrar a los ciudadanos habitantes de calle a los ciclos económicos y culturales de producción.
Toño luego de estrechar mi mano vuelve a las bolsas de basura donde ya ha hecho un trabajo de selección acucioso. Se coloca un costal con lo reciclado sobre el hombro y a la manera de los juglares canta: “reciclando, reciclando, voy por la ciudad para ganarme el pan sin tener que robar”.
Volteo a mirar a la doña de la tienda y le digo que ése, al que mira con asco, es un ciudadano que se está ganando el sustento gracias a políticas de inclusión que son ejemplo para el país, las mismas que han hecho de Bogotá, la única ciudad con posibilidades de vencer la pobreza extrema; la doña me mira y persignándose dice “bendito sea Dios”. Toño se aleja silbando.
Julio Pulido
Oficina Asesora de Comunicaciones
Secretaría Distrital de Integración Social