Noticia 11 y 12

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11. Bogotá marchó, cantó y bailó por la paz

El pasado nueve de abril, Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del conflicto armado colombiano, más de 100.000 personas se tomaron la avenida El Dorado de Bogotá para marchar por la paz.

Más de 100.000 personas salieron a marchar por la paz el pasado 9 de abril. Foto: Oficina Asesora de Comunicaciones de la SDIS.

Ese día, miles de hombres y mujeres de todo el país se dieron cita para mostrarle al mundo que el fin del conflicto armado en Colombia sigue abriéndose paso y que la paz debe ser un escenario donde la diversidad se despliegue sin censura. La mañana, que parecía fría y gris, tomó calor y color a medida que la gente se fue sumando y avanzando hacia el Parque Metropolitano Simón Bolívar.

La marcha por la avenida El Dorado fue lenta y bulliciosa. Como si se tratara de un carnaval, la alegría fue su banda sonora. Pitos, tambores, guacharacas y muchas canciones dieron cuenta del ánimo bogotano ese día: una especie de referendo multitudinario manifestándose a pie para que no nos roben de nuevo el entusiasmo; ese que despierta en el país el proceso entre las FARC y el Gobierno en La Habana.

Durante la jornada el presidente Juan Manuel Santos y el alcalde Gustavo Petro encendieron la undécima llama por la paz en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Luego, ambos pusieron la primera piedra de lo que será el Museo Nacional de la Memoria, un lugar que se constituirá en el arca de todos los elementos, imágenes y relatos de la guerra en Colombia. Una especie de monumento al nunca jamás que el país necesita decir y practicar para garantizar la transición hacia el posconflicto.

La presencia de los dos mandatarios -y otras personalidades políticas del país- demostró que concepciones distintas del Estado, la política, la economía y la sociedad pueden convivir y unirse en torno a un mismo objetivo: el bienestar común.

El presidente Juan Manuel Santos y el alcalde de Bogotá Gustavo Petro encendieron la llama por la paz al inicio de la jornada en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Foto: Oficina Asesora de Comunicaciones de la SDIS.

La movilización siguió su camino hacia el parque Simón Bolívar, escenario en el que la paz dejó de ser marcha para convertirse en música. Cuatrocientos niños y niñas de los Centros Locales de Arte para la Niñez y la Juventud (CLAN) cantaron junto a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, León Giecco, Victoria Sur, Pedrina, Jorge Veloza, Totó La Momposina, Petrona Martínez, entre otros artistas nacionales.

Aunque por momentos el sonido no les hizo justicia, sus voces tocaron las fibras de quienes estuvimos allí para escucharlos. Fue la primera vez que los niños tuvieron un espacio en las manifestaciones ciudadanas en torno a la paz. Fue la primera vez que el país vio sus caras y escuchó sus voces. Fue la primera vez que nos detuvimos a pensar que no hay paz posible si no ponemos por delante a la niñez. Si esa fue la primera vez, tiene que haber una segunda, una tercera, una cuarta…

Este texto tampoco le hará justicia a lo que pasó esa tarde en el Simón Bolívar. No puede, porque hay sentimientos para los cuales aún no existen palabras. Digamos entonces que quienes no estuvieron se perdieron el momento más poderoso que la ciudadanía haya vivido desde que nos volvimos a sintonizar con la paz.

La paz, un derecho de nacimiento El Concierto por la paz se constituyó en un ejercicio exitoso de convivencia pacífica en el que las prohibiciones quedaron prohibidas: además de gente, entraron paraguas, banderas, cigarrillos, encendedores, correas con hebillas. Y no pasó nada; la confianza en el ciudadano primó ante cualquier lógica que lo vuelve sospechoso de violencia. Al contrario, esa tarde sucedió todo lo que puede ocurrir cuando la gente se pone de acuerdo para pasarla bien.

Miles de voces se juntaron para cantarle a la paz. El concierto fue tan vibrante que ni el propio Fernando Vallejo hubiera resistido las ganas de bailar y cantar. Esa tarde del nueve de abril de 2015 quizá sea uno de los recuerdos más bonitos que las generaciones que no han conocido un día de paz tengan.

Basta con imaginar cómo esas niñas y niños de los CLAN y de la estrategia ‘Atrapasueños’ -de atención integral y restitución de derechos de niñas y niños víctimas del conflicto- recordarán el día en que se presentaron ante miles de personas que, como ellos, cantaban “para la guerra, nada”. Basta hacerlo para llenarse de esperanzas y recorrer con ellos ese camino.

Durante el Concierto por la paz, miles de personas conocieron la Estrategia Atrapasueños, con la que la Secretaría Distrital de Integración Social restituye los derechos de las niñas y los niños víctimas del conflicto armado.

Quizá al concierto le sobraron una que otra arenga. Quizá cada vez que se escucharon voces roncas de anacronismos hubo oídos sordos que pedían hacerle proselitismo ese día a la paz y a nada más. Menos mal también hubo voces más sensatas y pertinentes: las de las víctimas, la de los artistas y las de los niños y las niñas que exigieron el respeto de sus derechos como otra forma de movilización social por la paz.

Ya en la noche, Rubén Blades subió al escenario. En medio de canciones como Prohibido olvidar, Muévete, Decisiones, Amor y control, y un coro multitudinario que lo seguía, hizo lo suyo y pidió más compromiso de cada quien en la construcción de una sociedad más democrática y pacífica.



12. Ninguna tormenta apagará la ‘Llama por la paz’

No se puede pasar toda una vida añorando la paz sin conseguirla. Asistente a la Llama por la paz del pasado jueves. Foto: Gestores de Paz.

Una semana después de que miles de colombianos salieran a las calles de las principales ciudades del país a refrendar a pie el proceso de paz entre el Gobierno y las FARC, y a exigir el cese bilateral de hostilidades, sucedió lo que casi nadie se imaginaba que podía suceder a estas alturas: según versión oficial, una columna de las FARC asesinó a 11 solados del Ejército mientras acampaban en zona rural del municipio de Buenos Aires, en el Cauca.

La noticia, que cayó como un balde de agua fría, desató una tormenta política y social sobre un proceso que había logrado contagiar de entusiasmo a buena parte del país. No por nada ya se hablaba de que por primera vez en muchos años la paz -no la guerra- se había intensificado en Colombia.

El hecho fue un golpe a la mandíbula de quienes creemos eso: el entusiasmo con que muchos salimos a marchar el jueves anterior se tambaleó por momentos, mientras otros “indignados” celebraron la posibilidad de restregarle la noticia al presidente Juan Manuel Santos e izar sobre los muertos sus banderas de guerra.

Como si el enrarecimiento del clima político en Colombia no hubiera sido suficiente, una enorme nube gris sobre la plazoleta de San Martín, en la Séptima con 32, lavó por horas la intención de volver a encender una luz de esperanza en medio de tanta confusión. Pese a la lluvia de agua y de titulares que presagiaban el regreso de las bombas, el jueves, un día después de la matanza, la llama por la paz volvió a encenderse en Bogotá.

La Secretaría Distrital de Integración Social lidera la iniciativa Llama por la Paz, que se enciende todos los jueves a las 6:00 de la tarde en la plazoleta San Martín (Séptima con 32) y en otros puntos de Bogotá. Foto: Gestores de Paz.

Esta vez no fueron muchos, pero los que fueron demostraron que no hay aguacero que apague la llama de quienes queremos parar la guerra. La jornada, que originalmente estaba pensada como un homenaje a la memoria y dignidad de las víctimas del conflicto, se convirtió también en un recorderis de la sociedad civil al Gobierno y las FARC: “en las elecciones presidenciales de 2014, las mayorías ciudadanas votaron para que se firme la paz, no para prolongar la guerra”, escribió en las redes sociales Jorge Rojas, secretario distrital de Integración Social.

Las subdirecciones locales de Integración Social de Teusaquillo y Barrios Unidos se unieron a esta llama con el propósito de mantener la memoria fresca, de no olvidar a las víctimas que ha dejado la guerra y, por consiguiente, de hacer un llamado para no retroceder en el camino andado. La paz es una construcción colectiva en la que, además de la guerrilla y el Gobierno, la sociedad civil tiene un rol protagónico.

La lluvia de este jueves no apagó la Llama por la paz. Foto : Gestores de paz.

Es por ello que desconcierta mucho lo sucedido en Cauca y la respuesta inmediata del Gobierno. ¿Cómo pretenden sumarle apoyo social a la paz si se plantean seguir matando a colombianos de uno y otro bando, y a los que están en medio? ¿Cuál es la lógica que les asiste a quienes apuestan por acciones militares para abonar el camino hacia el fin de la guerra? ¿Es posible saber si fue una emboscada o un combate cuando es tan difícil verificar una tregua unilateral en las condiciones actuales?

La paz tiene muchos enemigos y por eso causa mucho temor que hechos tan confusos se conviertan en verdades irrefutables en tan poco tiempo, y que eso pueda echar al traste todo lo que hemos ganado como sociedad en los últimos tres años.

Lamentablemente en Colombia los hechos de paz tienen menos despliegue en los medios que los hechos de guerra, por eso es necesario hacer más de los primeros, porque al final la suma de esfuerzos alrededor de ella le darán la mejor noticia a Colombia. Por eso tampoco se nos puede agotar la paciencia ni la exigencia. También por eso, llueva, truene o relampaguee, todos los jueves Bogotá encenderá su llama por la paz, porque -como señaló Rojas- “mientras unos celebran la muerte y los bombardeos, aquí persistimos por ella”.