A simple vista se ve una mujer a la que la vida le sonrió siempre, bonita, sencilla, joven y muy segura. La cara de las personas demuestra muchas máscaras porque a veces la procesión va por dentro,
su vida no fue color de rosa, madre a los quince años y sin apoyo, tratando de buscar una solución a su vida se metió en “camisa de once varas” para salir de las dificultades.
En su infancia no vivió con su madre, ella y su hermana vivieron hasta los 12 años en el barrio San Fernando, con una tía amorosa que tenía una discapacidad y que a pesar de todas las dificultades siempre veló por ellas -No sé qué acuerdo tuvieron mi madre y mi abuelo, lo cierto es que toda nuestra infancia la vivimos felices acá. Al final nos entregaron sin saber por qué a nuestra mamá”, dice muy confusa Johanna. Pasó el tiempo y después de doce años la madre llegó reclamando sus derechos y se las llevó a vivir al otro extremo de Bogotá, en un barrio de Ciudad Bolívar. En el barrio en que vivía con su tía y en el internado, nunca estuvo con personas de otro sexo, explica “estudié en un internado con monjas en La Candelaria Antigua, en el centro Hogar de la Niña Veracruz y todo era muy bonito, en mi niñez fui feliz en ese internado”. A los doce años en su nuevo entorno en Ciudad Bolívar tuvo que asumir muchos roles, de hermana mayor de sus cuatro hermanos, de ejemplo, de madre de su hermanos, de ama de casa y de estudiante, entre otros.
Por eso decidió irse con el novio del barrio, ella creía en ese entonces que era la mejor decisión. Todo allá era distinto, no se amañó, el pan de cada día eran las discusiones que surgían todos los días y no vio otro camino que salir de esa casa lo más pronto posible por el camino que en ese momento, por su inmadurez, creyó que era el más fácil: irse a vivir con su novio y cuidar sus propios hijos.
“Eso fue un error, yo peleaba con mi mamá mucho y en mi rebeldía me encontré con un muchacho del barrio que no hacía nada en ese tiempo, ahora es diferente, no trabajaba, tenía malas compañías y ¿esa era la persona que me iba a sacar de donde mi mamá?, Empezamos un noviazgo y allí arrancó toda mi historia, y lo peor, sufrí mucho porque esa persona era muy agresiva y celosa, tuve una hija y pensé que me tenía que aguantar todo por ella”.
Con quince años, una hija y un marido celoso continuó viviendo en Ciudad Bolívar, no se sentía apoyada por su mamá para separarse y a pesar de todo seguían proyectando el futuro, sus planes inmediatos eran comprar apartamento y que él mejorara su malgenio. De nuevo quedó embarazada y muy pronto se dio cuenta que nada cambiaría, ella insistió mucho para que fueran a una terapia de pareja de manejo de los celos, pero no sirvió al contrario todo empeoró, las facetas de su personalidad eran opuestas a pesar de que era muy responsable en el hogar y en el trabajo; él la agredía físicamente, un día le puso una cita y la apuñaló en un pierna. Entonces la relación tocó fondo y tuvo que decidir qué hacer.
Johana no estaba preparada para la vida, solo había estudiado hasta noveno grado, 19 años y dos hijos, ese era su bagaje para empezar otra vida. “El miedo era dejar a mis hijos, no quería cometer el mismo error de mi madre, duré 5 años en esa unión y hasta pensé en sacrificarme por mis hijos, yo nunca quise irme. Tenía que conseguir una estabilidad y eso solo me la daba un trabajo”.
Dejó todo, con decisión trabajó y a los ocho meses recogió a sus hijos. Para ese entonces apareció su hada madrina, su tía. Conoció a Mario e inició una nueva vida en su compañía. Hoy vive en un apartamento que les ofreció la tía, salió de muchos conflictos. Pensando en sus hijos descubrió los servicios de la Secretaría de Integración Social donde le ofrecieron asistencia psicológica y ahora, cuando nació su última niña le consiguió un cupo en el jardín María Goretti, adyacente al PAS Barrios Unidos-Teusaquillo.
La relación con su madre es normal y un poco fría, se llaman y se saludan. Ella espera un nuevo hermano, hoy su madre, a los 42 años está nuevamente embarazada de su séptimo hijo, su hermana Catalina se casó y ella rehizo su hogar. En sus ojos grandes y expresivos, sobresale un brillo especial cuando dice que está estudiando para terminar el bachillerato y su meta final es hacer la carrera de psicología.
Mario su compañero actual trabaja de forma independiente en una empresa constructora junto con su familia, es responsable y cambió del cielo a la tierra desde que vive en el barrio San Fernando. Johana insiste en que “las mujeres con una situación como la mía deben buscar ayuda, acercarse a los PAS, pertenecer a un grupo de mujeres para fortalecerse mutuamente por medio de sus experiencias y sobre todo, aprender algunas pautas importantes para empezar de nuevo la vida”.
Sandra Colombo Castilla
Referente de Comunicaciones
Dirección Territorial