Nadie piensa en el futuro, sólo vivir la vida… lalalala. ¿Quién le iba a decir a Guillermo Osorio Saldaña que de próspero empresario pasaría con el transcurrir del tiempo, a sus 65 años, a no tener nada
y enfrentado a múltiples necesidades? Nunca pudo imaginarse que el panorama le cambiara sobre todo cuando se hacía mayor. La vida es como una rueda de Chicago que a veces está arriba y otras abajo.
Comerciante, nacido en el barrio las Cruces, distribuía su tiempo en la fabricación de uniformes escolares y deportivos, negocios de comida rápida y heladerías, tuvo muy buenas entradas, abría sucursales de sus negocios, tenía carro y nada faltaba en su hogar. La mala administración y falta de organización llevaron a pique los esfuerzos de toda una vida. “Así es la vida, hay situaciones en que lo más importante es apoyar a las personas cuando fracasan. Eso es como una ley de la vida”, afirma don Guillermo moviendo sus manos tersas y dando pequeños golpecitos a su bastón.
El no se desalentó. Ante los malos momentos hay que sacar fuerzas y virar para otro lado. Hoy, es un líder activo que no se puso a llorar sobre la leche derramada. Por el contrario, se integró, hace 35 años vive en la localidad de Rafael Uribe Uribe y es una de las miles de personas que tienen garantizado su derecho a la alimentación en uno de los comedores de la Secretaría Distrital de Integración Social. El tiempo no le alcanza para hacer arte y parte del Comité Operativo Local de Envejecimiento y Vejez, “COLEV”, del Consejo Local de Política Social, “CLOPS” y de las redes de Adulto Mayor, de Veedores y de Justicia Social Comunitaria.
“No me gusta la participación en las Juntas de Acción Comunal porque en algunas de ellas hay que manejar dinero” y que “es mejor ser Fiscal que trabajar con ellas”, dice de manera enfática don Guillermo.
De profesión comerciante a líder del sector
Vinculado de varias formas al Centro de Desarrollo Comunitario de la Localidad Rafael Uribe Uribe asiste a capacitaciones. “para saber más de la política hay que llegar con iniciativas y coherencia, no llegar por llegar”, no le queda tiempo que desperdiciar. Con voz suave describe lo que hace en un día y no malgasta los minutos.
Hace cuatro años se vinculó al comedor comunitario “Taza y Pan”, en donde recibe el almuerzo y al mismo tiempo capacitación. La gente cree que es solo recibir el almuerzo y ya está solucionada la cuestión”. La Política de Seguridad Alimentaria establece que la gente se capacite y cuando salga de su vulnerabilidad, le deje el campo a otra persona. Normalmente eso no sucede. He tratado de que no sea una cuestión de existencialismo, que haya corresponsabilidad. La gente cree que los servicios deben prestárseles para siempre, debe haber espacio para otras personas. Si fuéramos conscientes se podría extender el servicio a mas gente.” afirma don Guillermo, mientras se mira los pies y mueve su bastón.
“Soy defensor de la Bogotá Humana. Ahora lidero, me capacito, y siempre estoy activo. Ya pasaron los tiempos –dice- de los años ochenta, en donde uno ponía la mano había plata, y no me refiero a la ilícita, sino que nos acostumbramos a una economía ficticia y que si usted tenia un Renault 4 sabía que lo podía cambiar al año siguiente, ese era el dinero fácil”, afirma con convicción.
Don Guillermo habla rápido, moviendo los ojos y asegurándose de que se le entiendan sus palabras pues tiene paralizado el labio superior, además en los últimos años se ha deteriorado su salud con problemas cardíacos, la artritis los hace andar con bastón, tiene diabetes y hace terapias tres días a la semana. Su ritmo no disminuye con paso cansado y no deja que el tiempo acabe con sus sueños.
Nunca pagó pensión por el desorden administrativo que llevó en su negocio, no por falta de dinero. “Creí que siempre iba a tener buenas entradas, de pronto me vi que debía plata, estaba embargado y sin nada, con una mano adelante y otra atrás. Sin hogar y sin esposa”, afirma Osorio.
Que no lo atropelle la tecnología
Hace cuanto curso y diplomados se le atraviese para actualizarse. No se deja atropellar de la tecnología. Es defensor de la Tutela, trabaja en Justicia Comunitaria. “Todo lo hago sin ánimo de lucro, a veces uno no tiene ni para el transporte, pero yo me rebusco con negocios. Ahora en el Mundial vendí las monas. Yo vendo un hueco y eso es importante. Un día una señora, cuando yo tenía mis negocios, vino a pedirme limosna y yo le cambié la onda. Le vendí tres sudaderas y mercancía porque para vender se necesita labia y talento”. Y de eso no queda duda, las cualidades le sobran.
“Si me dan yo tengo que dar"
Así como hay derechos a los servicios también hay deberes y obligaciones sociales. “Si la gente se capacitara pondría en ejecución lo aprendido, se organizaría y trabajaríamos en redes, para salir todos adelante, pero hay mucha pereza, aquí todo el mundo es individualista y a veces egoísta, piensan ‘salí de mi situación y no me importa lo que le pase a la gente’”, expresa don Guillermo.
Recibe ahora el bono D de persona mayor pero asegura que “llegará el día que no todos puedan acceder a él porque soy consciente que en los próximos años la cifra de las personas mayores crecerá de manera vertiginosa. En los programas educativos deben enseñar a envejecer y a respetar a las personas mayores, así como hoy existe la cátedra de la Paz, porque en una década seremos más y ya no se respeta a esta población”, mientras expresa estas palabras, la cara de don Guillermo toma un matiz de disgusto .
Adoptó, sin papeles por el medio, a un niño de 20, pues no tenía como estudiar, ni uniformes, era buen estudiante y decidió ayudarle. Hoy lo quiere igual que a su hijo biológico. Hace más de diez años que no tiene una relación sentimental; vive en el barrio Murillo Toro en un apartamento de tres piezas compartido con otros amigos y allí, con un computador como su única herramienta, se ocupa en lo que lo hace feliz: trabajar por y para la comunidad.
Por Sandra Colombo C