• Afranio Manrique, un hombre de 77 años, dedica más de 10 horas diarias a tejer hamacas y atarrayas en la Comunidad de Cuidado El Camino, donde ha encontrado un hogar y compañía, luego de llegar a Bogotá hace 40 años huyendo de la violencia.
Bogotá, D.C., septiembre 13 de 2024. Desde los ventanales del tercer piso de la Comunidad de Cuidado El Camino, se distingue la figura de un hombre humilde, de 1.60 metros de estatura, solo, aferrado a una caña con la que estira fibras de terlenka. Este material, cuidadosamente trabajado por Afranio Manrique Rodríguez, parece doblegar al imponente árbol que lo cobija con su sombra, mientras él teje, fiel a su labor diaria.
Al otro lado del edificio, cerca de 60 personas se entregan al baile, moviéndose al ritmo de música festiva que ya anuncia la llegada de diciembre. Pero Afranio no es de los que disfruta del baile. Nacido en Villa Rica, Tolima, llegó a la fría capital hace 40 años, huyendo de la violencia. Desde entonces, ha encontrado consuelo y propósito en sus manualidades: la creación de hamacas y atarrayas, un oficio que lo conecta con sus raíces.
Bajo el sol radiante de la mañana, Afranio se sienta con sus herramientas –la puya, la paleta, una aguja, la regleta y el mayero–, que le permiten dar forma a sus creaciones. Junto a él, una silla y un pequeño radio de pilas que le ofrece una compañía constante: consejos sobre el cuidado del cabello, la piel, noticias de la ciudad y música de los años 60. Así transcurre su día, siempre vigilado por el majestuoso árbol de Moo, testigo de su arte. "Mi baile es diferente", dice Afranio entre risas. "Los que bailan son mis implementos de trabajo, que me permiten distraerme y hacer lo que más me gusta, que es tejer. Es un arte que aprendí en Puerto Lleras, Meta, cuando tenía 13 años, y hoy puedo hacer una hamaca cada veinte días, unas diez al año".
Afranio llega todos los días al centro a las cinco de la mañana y solo se detiene tres veces al día: una para almorzar y dos breves pausas antes de retirarse pasadas las cuatro de la tarde. Con la mirada fija en su trabajo, recuerda su infancia en los cafetales y su breve paso por la escuela, donde apenas pudo completar dos años de primaria, pero donde aprendió a leer y escribir, habilidades que lo han acompañado hasta sus 77 años.
A pesar del paso del tiempo, Afranio se siente agradecido. "Llevo muchos años en este centro, antes eran casas, pero ahora ha sido remodelado y ha quedado hermoso. Aquí nos sentimos muy cómodos, y todos somos amigos", comenta con una sonrisa. Para él, este lugar es su hogar desde que su sobrino, quien no podía cuidarlo a tiempo completo, le consiguió un cupo en la comunidad. "Me siento bien de salud, no me duele ni una muela... ¡porque no tengo!", añade jocosamente.
La Comunidad de Cuidado El Camino, ubicada en la Carrera 69 #47-43 en Engativá, es una nueva unidad operativa diseñada para atender a 400 personas en un espacio de 11.857 metros cuadrados. Ofrece cuatro servicios gratuitos: la Comunidad de Cuidado, con capacidad para 200 personas mayores de 60 años; la Comunidad de Vida, que atiende a 150 personas exhabitantes de calle; el Centro Día Casa de la Sabiduría, que acoge a 50 personas mayores diariamente; y beneficiarios de la Manzana del Cuidado.
Afranio, con su dedicación y arte, es solo uno de los muchos ejemplos de cómo este espacio brinda no solo atención integral, sino también la posibilidad de seguir tejiendo sueños, como él lo hace cada día, bajo la sombra de su árbol fiel.
