Con mucha expresividad, Paulina habla con los ojos y las manos a un mismo tiempo, luce una minifalda y cabello sedoso que lo bate de un lado para el otro. Es muy vanidosa, después de dos horas de espera llega maquillada y arreglada y se excusa riéndose por la tardanza.
Como no sabe decir mentiras, pues desde niña ella siempre dice la verdad asegura “que estaba poniéndome linda para las fotos y de paso ya almorcé en el comedor del Centro de Atención Integral a la diversidad sexual y de Género, “CAIDSG”.
La nostalgia y el recuerdo perenne de su madre
Desde niña fue muy importante para ella decir siempre la verdad y se cataloga muy frentera. Casi mata a su mamá cuando apareció con areticos y cejas depiladas, pelo largo y a la moda en un evento del décimo grado. Siempre la embolataba-creía ella porque las mamás son clarividentes- diciéndole que ese era el último grito de la nueva moda. Un día sin anestesia le dijo la verdad en medio de un reinado vestida de mujer, ella lloró como una mártir y al final del reinado fue la que más se lo gozó.
Desde las convivencias del colegio se dio cuenta que le gustaban eran los niños, nadie en la piscina lo sacaba del lado de ellos y ya a los doce empezó a tomar pastillas anticonceptivas de la mamá. Afirma que le salieron senos de tanto tomarlas. Se escondía en el baño para que no vieran como se le estaban desarrollando y ni su mamá sabía su secreto.
El estudio para ella fue traumático, sencillamente su mente estaba enfocada en otra cosa, no le gustaba. Sin embargo en Cúcuta a instancias de su mamá, empezó a estudiar el bachillerato técnico comercial, porque la obligaban pues su mamá siempre estuvo preocupada por su educación y por darle algunas herramientas básicas para que se desenvolviera en la vida. Un día pegó un salto en el pupitre y dijo “Que hago yo aquí estudiando esto. Yo soy una chica y ya, a otra cosa mariposa”.
Recordando a su madre, le brillan sus ojos y hasta se enternece. Evoca con tristeza, el día que le dijo, “Cuando naciste yo quería era una niña pero cuando el doctor me dijo que era un niño lloré mucho”. Siente que ella fue su adoración y recuerda como si fuera hoy, sus consejos en donde le aseguraba que lo que hiciera y a lo que se dedicara siempre fuera la mejor.
Tiene una familia de mente abierta, nunca criticaron su opción de vida y a pocos le extrañó cuando un día les dijo que desde ahora ya no era Marlon Martínez sino Paulina, será porque en su familia tiene dos tíos que son homosexuales y ella es la única transexual, entonces sus relaciones son de apoyo incondicional. “En Bucaramanga ya todos mis amigos lo sabían pero no lo decían, así que yo salí del clóset ya hice mi vida y a mi nadie me da la comida, ni nada. En unas vacaciones me fui con lentes de contacto, pelo largo, cejas arqueadas y ¡plaf¡, Marlon se volvió Paulina!”.
Cuando llega en diciembre va, los visita y dice parecerse a un Papá Noel “a todos le doy regalos y me gozó todas las fiestas”, explica recordando a su familia.
El padre estuvo muy ausente en su crianza sin embargo tiene muy buenas relaciones con sus hermanos por parte de ambos padres.
Paulina: “La calle es dura pero no podría vivir en una jaula”
Desde hace catorce años vive ejerciendo en la calle y siempre ha enfrentado los riesgos, en el mismo sector donde ya la conocen. Aunque puede pasarse un día contando todas las anécdotas que le ha pasado en ella, pero la que no puede olvidar es cuando le dieron una paliza porque la confundieron con una ladrona, “sino sale el dueño del negocio me matan, me dejaron toda morada de las patadas que me dieron”, asevera mostrando sus piernas largas y torneadas, totalmente femeninas.
“Llegué a Bogotá cuando apenas tenia veinte años y con dos millones de pesos en la mano”. Consumió mucho vicio por esos días, ahora ya se alejó de el, no tiene horario, ni fecha en el calendario porque en este oficio “a veces los chicos me recogen y no sé cuando voy a volver a casa”, se estira la minifalda que no le cubre sino lo indispensable. Le gusta el sector de Los Mártires porque es el que más conoce aunque ha vivido en todas partes en Bogotá.
Al amor le dice adiós
Muy jovencita inició su vida en pareja y le duró seis años, esa experiencia no le gustó para nada, todo se fue deteriorando porque se sentía coartada ya a su compañero no le gustaba que estuviera en la calle siendo que allí se conocieron, lo apoyó, le consiguió oportunidades de trabajo y hoy él es guarda de seguridad y poco se ven en los últimos años. Esa experiencia no la vuelve a vivir porque en “este negocio uno no debe enamorarse ni apegarse a nadie para poder ahorrar y pensar en el futuro” concluye.
Y precisamente pensando en el futuro, -hoy tiene 29 años- sabe que debe terminar una casa que su madre le dejó y hasta ser emprendedora con un proyecto de microempresa para sostenerse. También quiere tener un hijo, ¿por qué no? “Sin escrituras”, grita y se ríe a carcajadas, mostrando su dentadura sana y completa, “para que sea mi compañía, porque la juventud se acaba y hay que planificar el futuro”.