Secretaría Distrital de Integración Social

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La vida de Sigifredo Rubiano, de la oscuridad a un plumaje real

 

· Con prolongados tiempos de concentración, destreza para crear coloridas figuras en origami en forma de animales y su deseo de terminar el bachillerato, a sus 67 años en las Estrategias de Educación Flexibles, Sigifredo se convierte en la inspiración para los integrantes de la Comunidad de Cuidado San Pedro.

· Atrás quedó una historia de consumo de drogas y alcohol para dar paso a los colores del amor y de la esperanza, gracias a la atención integral del equipo humano y profesional que tiene a cargo su cuidado y el de 170 participantes de la Comunidad San Pedro de la Secretaría de Integración Social.

· En una gran infraestructura, con amplios salones, rodeada de zonas verdes, gimnasio, teatro, áreas deportivas y recreativas, confortables dormitorios, y el cuidado nutricional y psicosocial, se alojan, transitoriamente, estas personas mayores en situación de pobreza, vulnerabilidad socioeconómica, abandono y ausencia de redes familiares o sociales.

Bogotá, D.C., febrero 17 de 2022. En sus manos, Sigifredo Rubiano sostiene un pavo real, el trabajo de entramado de alegres colores, más de 3.000 papelitos finamente doblados, no solo le dan vida a esta imponente ave, símbolo de poder, de fuerza, de confianza e incluso de divinidad, sino que se convierte en un reto permanente para vencer sus nostálgicos recuerdos de su niñez y de su juventud.

La agilidad de sus manos, producto del arte de origami, que le permite mejorar la memoria, la atención y la concentración, la descubrió hace dos años, tras su ingreso a la Comunidad de Cuidado Bosque Popular, no sin antes pasar por el Centro Día- Noche El Dorado en Engativá y por el hogar de paso Bakatá para ciudadanos habitantes de calle en el centro de Bogotá, en la localidad de Los Mártires.

Ahora, Sigifredo, a menos de mes de cumplir sus 67 años, está convencido de haber tomado la mejor decisión de vida: alejarse por completo del consumo de bazuco, de cocaína, de marihuana e incluso de gasolina, primera sustancia que probó a muy corta edad.

Hoy, está junto a 170 personas que participan del servicio integral de atención Comunidad de Cuidado San Pedro para personas mayores en situación de pobreza, abandono o vulnerabilidad económica sin redes familiares o sociales de apoyo.

Sobre la forma cómo la Secretaría de Integración Social promueve acciones para mejorar la calidad de vida de las personas mayores en condición de vulnerabilidad, la secretaria Margarita Barraquer señaló: “Las personas que están en las 21

comunidades de cuidado reciben alimentación, cuidado de salud, cuidado sicosocial, gerontológico, esparcimiento, tiempo libre que les permite estar acogidos es espacios protectores y buscan generar una vejez digna”.

Como si fuera poco el trabajo realizado por Sigifredo en el taller, en el que ha producido 15 figuras de pavos reales, unas cuantas tortugas, búhos, un perro y hasta un auto Ferrari que vienen en diseño, este artista asiste todos los martes y jueves a la Casa LGBTI de Los Mártires para con concluir sus estudios de bachillerato en las estrategias de Educación Flexible ofrecidas por las secretarías de Integración Social y de Educación.

“Al principio el consumo me llenaba de valentía, me sentía como trabadito; pero, con el tiempo, la sensación fue la de sentirme perseguido, sentía que me arrestaban”, cuenta Sigifredo, con una expresión de tristeza en su rostro que, rápidamente, borra con su sonrisa y sus dientes blancos, producto de una prótesis con la que le restauraron varias piezas dentales en un tratamiento odontológico que le recuperó nuevamente su autoestima.

Su desvío

Y es que la falta de aprecio por sí mismo lo empezó a perder en el momento en que fue atropellado por un vehículo a sus 7 años de edad. “Mi papá era retirado de la policía y mi mamá organizó un negocito de comida en la Avenida Jiménez con 9 en el año 1960. Yo, como que era muy inteligentico, me mandaban a llevar almuerzos a las oficinas y a cambiar monedas en los buses. En un tiro de esos me atropelló un carro y me cogieron 28 puntos en la boca; de ahí en adelante los compañeritos en la escuela me llamaban ´caricortado´ y yo empecé a pelear hasta que me expulsaron”, señala Sigifredo con nostalgia de recordar su primera interpretación de la canción del Ruiseñor que le mereció el reconocimiento de una profesora.

A esta práctica, que hoy en día se conoce como bullying escolar, se sumó el temor de una golpiza de su padre por tomar, sin permiso, un dinero. “De diez pesos de esa época cogí para comprar en una cigarrería un paquete de papas y me lo comí todo. Después mi padre que tenía el bar El Volga supo por mi mamá que yo había descompletado la plata del diario y, en ese momento, me volé de la casa por miedo a la mentira y a una paliza”.

El terror permanente causado por la llegada de su padre a casa, su reacción de esconderse debajo de una cama, y la frialdad con que, a veces, se relacionaba con su madre, lo llevaron a la calle como sitio para vivir. Llegó a las oficinas principales de Expreso Bolivariano y, a partir de ese momento, su grupo de amigos entrañables fueron los niños llamados en esa época los ´carasucias´ con quienes departió paseos y refrigerios promovidos por Yolanda Pulecio, madre de la líder política Ingrid Betancur.

Lucidez intermitente

Los 20 meses que estuvo como policía militar no fueron suficientes para retomar una vida alejada del vicio. A su salida, se dedicó al oficio de embolador y a viajar al sur del país para involucrarse en negocios de cultivos ilícitos e incluso en al consumo desmedido de coca y marihuana.

Allí, el verdadero amor floreció y como fruto de este idilio nació su hijo que vive en Bogotá. “Èl también salió afectado por la droga, pero hoy en día dejó de consumir y está dedicado a un negocio. Aunque sabe mucho de cables, de torres de energía no pudo dedicarse a esto por la falta de estudio”.

Su orgullo de padre sale a flote cuando de la galería de su celular muestra una foto algo oscura y borrosa en la que luce un traje de corbata y, a su lado, está su hijo de 42 años.

“Yo me alejé de su madre para no hacerle daño, para no atravesármele en el camino” dice Sigifredo.

Ahora, las flores y los corazones multicolores en origami son para María Amparo Salazar, con quien hoy comparte sus alegrías, sus recuerdos, las actividades de entrenamiento y juego y, claro, su tiempo en procesos ocupacionales y de desarrollo humano de esta Comunidad de Cuidado.

El arte que hoy practica Sigifredo le ocupa la mayor parte de su jornada en la Comunidad, pues al día debe doblar 1.000 papelitos para poder sacar su producción al mercado en las calles capitalinas.

Su trabajo lo realiza, por ahora, en los salones de la amplia y confortable infraestructura de la Comunidad de Cuidad San Pedro, rodeada de zonas verdes, gimnasio, teatro y áreas deportivas, gracias al convenio firmado entre la Secretaría de Integración Social y la Beneficencia de Cundinamarca para que los participantes disfruten de este espacio, mientras finalicen los trabajos de remodelación de Comunidad de Cuidado Bosque Popular.



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