Nunca se ha sentado a esperar que le lluevan las oportunidades, por eso desde los 18 decidió caminarse el mundo y que no podía como hijo mayor, quedarse sentado esperando que ellas le cayeran
del cielo y ese recorrido duró cincuenta años tiempo en que apaciguó las inquietudes y anhelos que en ese momento eran su prioridad.
Así cogió vuelo, anduvo por muchos países y no olvida su primer contrato con el que empezó su aventura de conocer, su primer trabajo en Landázuri, municipio de Santander. “Yo me casé a los 20 años para salir de la casa, me fue muy bien en mi matrimonio y cumplí mi sueño de conocer algunos países viajé por Centro América, Suramérica, España y Francia en donde tengo residiendo uno de mis hijos”, dice Pablo Emilio.
Hoy después de cincuenta años regresa a sus raíces y por casualidad se encuentra que en el Punto de Articulación Social “PAS” de la localidad de Engativá, hay servicios a los que a su edad, 69 años, puede acceder. Sólo fue a hacer una diligencia. Una tarjeta que necesitó, fue la coincidencia para que su vida hoy circule alrededor de cursos, estudios y amigos que lo acompañan en múltiples actividades.
“Ahora ando tejiendo mis redes”
Primero fue el servicio excelente de almuerzo que por un año recibió en Centro Día, luego se vinculó a cursos de sensibilización ambiental, de informática, de trabajos manuales y a charlas sobre cuidados de la vejez: allí hizo su red de amigos que hoy lidera. Pero su verdadera pesca es el premio de cinco millones. “Participamos en una convocatoria de teatro conformado por 14 personas mayores, de 85 se eligieron quince premios”, dice con énfasis, felicidad y expresa que hoy ha estado haciendo todas la documentación que le exigen. Del 10 al 19 de abril se estrenará en el salón comunal del barrio “Villa Amalia”, en el momento están en plena construcción de los libretos. La temática de la obra es el funcionamiento de una biblioteca teniendo en cuenta las nuevas tecnologías del momento y los recursos técnicos disponibles a nivel mundial.
No le queda tiempo para derrochar entre un cargo y otro, pues participa en el COLEV, como delegado de Centro Día; en el Comité de adulto mayor, en el Comité de Derechos Humanos de la Personería, es consejero local de SDIS, lidera el Club de Amigos de la Biblioteca “Las Ferias”, es consejero local de la Secretaría Distrital de Cultura Recreación y Deportes como representante del adulto mayor y además lidera el Club de Amigos de Centro Día.
La vejez desde una óptica independiente
Cuenta, con acento bien bogotano, cómo cambia la visión que se tiene de la vejez desde que se llega a Centro Día, sobre todo a las mujeres les cambia la mentalidad, se acaba con los estereotipos, por ejemplo, el más común: que en esta etapa hay que dedicarse a cuidar los nietos.
Entre charla y charla se les cambia el chip y se vuelven adultos autónomos e independientes. Refiriéndose a las mujeres, dice, “Ellas llegan tímidas y creyendo que van a tejer macramé, las primeras semanas no hablan pero las charlas y las actividades físicas hacen que olviden hasta el bastón, olvidando sus discapacidades” se ríe de su ocurrencia. En cuanto a lo económico comenta “claro que el bono es una ayuda económica que a todos nos interesa, yo recibí por primera vez el tipo D”.
Volviendo a las raíces... la casa materna
Se casó dos veces, enviudó de su segunda esposa, tuvo sus hijos algunos adultos. Pablito que es el menor, vive con el mayor, casado, sin hijos, y estudia en Venezuela. Este técnico electromecánico, siempre se interesó por la cultura y su motor es el trabajo. Lee, escribe cuentos y libretos, y hace cuanto curso se le atraviese. Vivía últimamente en Venezuela, regresó hace un año y como un boomerang, hoy está en el mismo lugar de donde salió: la casa de su mamá de 86 años, autoritaria y matrona. Ella aún está muy pendiente de su hijo a quien le pregunta si va abrigado, si lleva paraguas, si lleva chaqueta, que “cuidado con los ladrones”, con la diferencia que hoy tiene la madurez para reconocer que es puro amor de madre. Tiene abierto su horizonte con un solo objetivo, liderar un grupo de adultos mayores con los que trabaja sus proyectos.
“Mi vida ha sido muy pacífica, no he sido víctima del conflicto armado del país, pero todos de alguna forma hemos sufrido la bendita guerra, yo por eso estoy en una tarea de ser Gestor de Paz. Llevo conmigo dos carteles que hablan del envejecimiento y de la paz, alguien dijo: “ No hay camino para la paz, la paz es el camino”, tengo 69 años y no me siento viejo, me encantaría poder contribuir con un granito de arena, por eso ya me inscribí en el curso para ser gestor de paz”, concluye con una sonrisa en sus labios.
Sandra Colombo
Referente de Comunicaciones
Dirección Territorial