Bogotá, octubre 11 de 2017. A finales de mayo Ruby visitó la subdirección local de Barrios Unidos. Lo hizo para inscribirse a un curso de sistemas ofertado por la Secretaría Distrital de la Mujer en alianza con el SENA, un curso dirigido a mujeres de la localidad. Ruby vestía de jeans, camiseta y saco. Su aspecto físico era más acorde a su sexo de nacimiento y al registrado en su cédula de ciudadanía: Rubén Darío Sánchez Riascos. Era como se veía, más no como se sentía y quería ser.
El primer limitante que enfrentó Ruby para acceder al curso fue la “contradicción visual”, esa que se genera en los heteronormativos cuando se encuentran con una persona que transgrede ese binarismo de género (hombre-mujer) no “consecuente” con el sexo bilógico. Más aún, en el caso particular de Ruby, quien luciendo como un chico quería matricularse a un curso exclusivo para mujeres biológicamente de nacimiento y no para mujeres que desde su sentir y contradiciendo lo biológico, atraviesan esa asignación de la naturaleza y se permiten ser. Ruby nació en el año de 1993, en un lugar llamado Bocas de Satinga, cabecera municipal del municipio Olaya Herrera, en Nariño. En el sur occidente del país muy cerca del rio Patía y al océano Pacifico. Lugar al que solo se accede por lancha o barco. Satinga durante muchos años fue escenario del conflicto armado. Ruby vivió allí su infancia y adolescencia, presenció lo cruel de la guerra y experimentó en carne propia la impotencia que se siente cuando otras formas de violencia vulneran a un ser amado, a su madre. Ruby endulza su café, lo suficiente para recordar no tan amargamente su historia. Toma su tiempo, es como si a fuerza le ordenará a su memoria traer al presente momentos que decidió olvidar. Unos minutos en silencio, los ojos un poco humedecidos y dice “Recordar no es fácil” su mirada se pierde por momentos, busca en sus adentros, para contar su vida. Sí, la que vivió primero siendo Rubén Darío Sánchez Riascos y la que vive hoy como Ruby. A la edad de 14 años se dio cuenta que le atraían los hombres, también que no estaba cómodo con su masculinidad. “Sentía que estaba en un cuerpo equivocado”. En ese entonces lo que más le preocupaba y llenaba de impotencia era el estado de su madre biológica llamada Rosa Campaz, quien había sido víctima de abuso y violencia sexual por hombres pertenecientes presuntamente a algún grupo armado. Ruby sabe de la historia de su madre por sus padres adoptivos: una maestra de escuela llamada Doris Riascos y Erminio Sánchez un comisario de familia. Ellos le contaron que su madre perdió la cordura y la conciencia de sí misma a raíz de una bebida que le dieron los presuntos abusadores, desde ese episodio y desconectada de la realidad, la mamá biológica de Ruby fue víctima de múltiples abusos y del abandono e indiferencia de su propia familia. “Fue mi familia adoptiva, la que en muchas ocasiones ayudó a mi madre biológica. La recogían de la calle llevándola a la casa, la bañaban y le vestían con ropa limpia, también la alimentaban” Antes de que Ruby terminara el décimo grado, su madre biológica sufre una recaída y fallece. El apoyo de su familia adoptiva fue fundamental, especialmente el de su mamá Doris, quien le aconsejó que se concentrara en el estudio y saliera adelante. Consejo que siguió, entonces se concentró en sí mismo. Como Rubén nunca se sintió discriminado. Por el contrario, dice que sus compañeros y compañeras de estudio reconocían en él un estudiante consagrado. Un chico de finas facciones, de voz muy dulce y un cuerpo con características más femeninas que masculinas. Estos comentarios fueron hechos de manera muy respetuosa y siempre resaltando que su aspecto físico era más cercano al de una mujer. No tuvo necesidad de “salir del closet”, ya que sentía que su sexualidad era obvia, entre su familia adoptiva y amigos cercanos. Jamás fue discriminado por su condición de chico gay. Por esas coincidencias de la vida en alguna ocasión un tío de Ruby llega hasta la puerta de su casa vendiendo artículos de aseo. El vendedor era hermano de su padre biológico. Fue el primer acercamiento a su familia paterna, familia que no conocía. Paso poco tiempo para que Rubén conociera a su papá al cual le preguntó por su desinterés por conocerlo, argumentando que su familia adoptiva nunca lo ocultó. El acercamiento a su padre Heriberto fue la oportunidad que aprovechó para terminar el bachillerato en el municipio de Mosquera, en Nariño. Rubén Quería estar cerca de su nueva familia y en lugar más tranquilo que le permitiera ser más independiente y libre. En Mosquera nuevas cosas lo sorprendían. Era descubrir en la playa tortugas anidando, ver la puesta del sol entre las palmeras y vivir lejos de la sobreprotección de sus padres adoptivos. Él ya quería ver el mundo a través de los ojos de Ruby. Una vez graduado de bachillerato decidió regresar a Bocas de Satinga, para decirles a sus padres que se radicaría en Cali. Su estancia en esa ciudad fue pasajera. En Cali le sofocó la idea de no poder ser una chica ‘trans’. Aún estando lejos de su familia adoptiva y especialmente de su madre. Dice que las burlas de las que fue víctima fueron por envidia, ya que como chico gay nunca manejó expresiones exageradas, ni ridículas. Se alejaba del estereotipo homosexual. “Nunca me identifiqué como un gay de los que tienen que llamar la atención”, asegura con una sonrisa pulcrísima. Rubén quería iniciar su tránsito. Necesitaba para ese proceso radicarse en una ciudad más abierta. Menos prejuiciosa frente a la comunidad LGBT porque a su juicio para ese entonces en Cali existía más discriminación, razón por la que tenía en mente a Bogotá. Tras llegar a Bogotá a la casa de unos familiares quienes lo acogieron solo por un mes, inició la búsqueda de información sobre procesos de transformación. Literatura, experiencias y sobre todo instituciones que le orientaran al respecto, pero siempre obedeciendo su voz interna como un ejercicio de reconocimiento de sí misma. Tiene muy presente que esos primeros días en la ciudad era constante un gesto de asombro, nunca había visto una ciudad de tal proporción, era intimidante, pero “ya estaba acá y no me iba a devolver”, recuerda. Ruby visitó la casa Sebastián Romero. Allí recibió su primera orientación con una mujer ‘trans’ de nombre Asaid. Después vivió en Casa Refugio cerca de 3 meses. Empezó su tránsito hacia Ruby. Primero vistió como mujer, luego empezó a consumir hormonas y asistió a los talleres dictados por los profesionales. Pronto cumplirá 3 años de vivir en Bogotá, tiempo en el que resalta de sí misma lo genuino de su proceso pues no cae en imitaciones. Para sobrevivir Ruby ha vendido maní y dulces en el 7 de Agosto. Lo más complejo es no tener un techo que habitar y un empleo estable que le permita culminar su tránsito. Ruby se enfrenta día a día para sobrevivir de una manera digna, no quiere ejercer el trabajo sexual, aclara que no tiene nada en contra de quienes lo hacen, pero ella lucha por sus sueños. Quiere estudiar ingeniería de sistemas y formar un hogar. Con la misma honestidad con la que cuenta su vida, Ruby agradece la ayuda que le ha brindado la Secretaría Distrital de Integración Social a través del proyecto ‘Viviendo el Territorio’, (Enlace Social) del que se benefició a través de un bono de alimentación durante tres meses y del almuerzo que recibe actualmente de lunes a viernes en el comedor comunitario del Doce de Octubre del programa ‘Bogotá Te Nutre’. Siente que hacen falta redes de apoyo y generar oportunidades laborales dignas para la población LGBT. Tiene pendiente el cambio de su documento de identidad para lo que deberá viajar a su pueblo natal Bocas de Satinga, en donde modificará su registro civil de nacimiento para que este coincida con la nueva cédula de ciudadanía. Ruby agradece a quienes la han apoyado y a quienes, independientemente de su historia, saben que aceptar a una mujer Transgénero no es fácil, pero no es imposible. |
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