Secretaría Distrital de Integración Social

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Édison, el ángel de los habitantes de la calle

 
Édison Caballero pasó hace 17 años de ser habitante de calle a uno de los promotores de la Secretaría de Integración Social más querido y con mayor aceptación entre esta población a la que visita todos los días en las calles de Bogotá.
 
Su experiencia laboral en el equipo de contacto activo no inició precisamente en la búsqueda de habitantes de calle o en alguna convocatoria que encontró por casualidad en los periódicos que a diario circulan en el país. Édison fue uno de los tantos habitantes de calle que una vez deambuló por la ciudad. Es de aquellos que vivió debajo de un puente o aprovechó cualquier banca en un desalojado parque o zona verde para dormir.
 
Sin embargo, los encuentros familiares, las historias de vida sorprendentes y la atención integral dirigida a los ciudadanos habitantes de calle son la constante de los cientos y cientos de hombres y mujeres que a diario entregan todo de sí en la grandiosa labor de búsqueda, identificación y traslado de habitantes de calle a los hogares de paso que el Distrito tiene a su servicio y de los cuales Édison hace parte.
 
 
Esta labor inicia muy de madrugada todos los días y termina a altas horas de la noche. Tiene un solo objetivo: brindarle a estos ciudadanos un lugar digno donde pasar la noche. Ofrecerles un alimento caliente además de darles la oportunidad de dejar de habitar la calle y así volver de nuevo a sus hogares. Revivir esos cálidos encuentros familiares y finalmente iniciar los sueños y metas que una vez quedaron atrás por culpa de una mala decisión.
 
Mala decisión que también tomó Édison alguna vez en su vida. Con algunos harapos se refugiaba debajo de puentes y en vías principales. Los pies los cubría con periódico para así evitar que la temperatura fría de las noches lo enfermara. Con tan solo 6 años de edad las calles eran su mejor aventura. Allí, no solo recibió golpes, maltratos y humillaciones. En ese lugar descubrió la droga y visitó algunas de las muchas ‘ollas’ que hoy están despareciendo gracias a la intervención de la Administración Distrital en cabeza del Alcalde Enrique Peñalosa Londoño.
 
En esas noches oscuras y silenciosas recordaba a su madre con mucho cariño; aunque la extrañaba, sabía que en algún momento de la vida lo perdonaría por haberse ido de la casa. Recorrió la calle hasta los 17 años. Por unos minutos hace un recuento de su niñez y trae a colación su vida familiar en donde las cosas en ese tiempo no eran las mejores y cree que fue por ello que decidió abandonar su hogar. Tal vez a esa edad solo pensaba en aventurar un rato y volver, pero la vida,  según él mismo confiesa,  le tenía guardado un camino muy duro y eterno. 
 
Entre el consumo, la calle y las rumbas transcurrieron casi dos décadas de su vida perdidos en el vicio. Por cosas del destino o tal vez la vida se volvió un poco más justa con él - comenta en voz baja – un grupo de búsqueda activa del IDIPRON que rondaba por esa zona lo encontró en una calle durmiendo.
 
 
Con un saludo muy cordial, el profundo sueño producto de miles de alucinaciones y algunas dosis de droga fue interrumpido. Esos desconocidos para él se veían con rostros agradables. Por unos segundos su reacción fue algo agresiva. Como es común para muchos la vida en calle también requiere ser valiente y defender su territorio. “No sé qué pasó en mi mente, pero sentí algo en mi alma que me calmó, tal vez era la señal que esperaba y la que tanto había evitado” dice Édison rememorando ese instante.
 
Esa madrugada, Édison fue trasladado a un hogar de paso. Allí permaneció casi 7 años en proceso de recuperación. Ya llegaban sus 24 años y la vida para él había reiniciado de nuevo. Sin ninguna recaída ni consumo de drogas empezó a hacer lo que más le había gustado cuando era niño: la panadería. Su padre en las muchas enseñanzas que le había entregado le otorgó este arte, como él mismo lo cataloga. Inició como ayudante y pastelero por unos meses. 
 
También  cargó bultos pero no se animó mucho y se decidió por la construcción. Aprovechó ese momento para terminar el estudio interrumpido. Trabajó como ayudante de obra aunque era muy pesado. En las noches y algunas horas extras aprovechaba para validar los últimos grados escolares.
 
Se graduó con honores en el año de 1995. Recuerda que ese día no podía creer que había logrado su primer objetivo en la nueva vida que tenía: “ser un bachiller”. Pasaron cuatro años, trabajando juicioso. La ansiedad por consumir droga había quedado atrás gracias a las tantas terapias y actividades que recibió en su proceso en el hogar de paso. 
 
Un día por cosas que sólo el destino tenía preparado, se encontró con un viejo amigo en donde cruzaron algunas palabras y recordaron momentos del pasado; le llamó la atención una chaqueta que su amigo portaba la cual decía Alcaldía Mayor de Bogotá. “Yo le pregunté dónde ‘camellaba’, que se veía que era bacano. Él me respondió, que trabajaba con el Distrito y que estaban recibiendo hojas de vida, que él se encargaba en su trabajo de buscar habitantes de calle y llevarlos a los hogares. Ese día llegó a mi mente tantos recuerdos y tanta nostalgia por ese pasado que había tenido que afrontar en la vida pero al instante recordé aquella persona que un día me saludo y me ayudó a dejar la droga”.
 
De nuevo en las calles
 
“Tanta fue la emoción que sentí que de inmediato me puse a pensar en llevar la hoja de vida, era necesario en algún momento, mencionar que estuve en las calles, no para que me dieran el trabajo más rápido, pero si para que entendieran que yo tendría las capacidades para trabajar con los habitantes de calle”,  recuerda hoy muy contento.
 
Inició su empleo en el equipo de búsqueda activa de la Secretaría de Integración Social y se encargaba de identificar y trasladar habitantes de calle al hogar ‘Vía Libre’. Volvió en esta oportunidad a las calles pero con otra misión. Esta vez no era para conseguir vicio sino para encontrar esas personas que caminan por las calles en busca de un apoyo que los ayude también a dejar la habitabilidad en la calle.
 
Durante sus labores diarias, se encontró muchas veces con la sorpresa de invitar a algunos de sus viejos amigos de ‘trabas’ a quienes encontraba tirados debajo de un puente consumidos por el vicio “Fueron épocas duras al comienzo, ver tanta gente conocida y poder convencerlos para dejar la calle, pero eso es para machos”, dice Edison tomando aire para que su voz no se quebrante.
 
A vísperas de cumplir 17 años de estar trabajando en la Secretaría Distrital de Integración Social como promotor social del equipo de contacto activo, siente que ha ayudado a mucha gente en la calle. Hoy tiene 58 años, se separó de su esposa hace un tiempo atrás con la que tuvo una hija por la cual todos los días agradece a Dios. Se cuestiona porque a su edad estar sólo es muy difícil.
 
Todas las mañanas, a las 4 de la madrugada se levanta. Su rutina diaria y la disciplina que tiene es muy estricta. Un baño rápido, algo de comer y a buscar la ruta de transporte más fácil que salga del barrio Bosa y lo lleve con destino al Centro de Bogotá. La cita es a las 5:30 am en la Plaza España en donde el equipo de trabajo se reúne. Los recorridos se establecen por las calles, puentes vehiculares, caños, canales, zonas verdes y lotes baldíos. Estos sitios según su instinto, son los lugares en donde los habitantes de calle pueden pasar la noche. 
 
“Yo me acerco a ellos, no les hablo muy duro para no asustarlos, les comento que se vayan con nosotros al hogar, que allá pueden estar bien y que si quieren se les ayuda para que no vivan más en esos sitios”, indica Édison, demostrando sus actitudes a la hora de trabajar. Durante muchos años ha sido reconocido por sus compañeros de trabajo como un excelente promotor, su actitud positiva, amistosa y la humildad que lo caracteriza ha logrado a diario muchos traslados positivos. Igual a él, existe todo un equipo que día a día entrega lo mejor de sí en esta labor no tan reconocida por muchas personas.
 
 
Édison, sueña con su casa propia y para ello ya está ahorrando. Recuerda con mucha tristeza la muerte del Padre Javier de Nicoló, porque de él recibió mucho apoyo. Quiere montar su propia empresa. La venta de achiras y productos alimenticios siempre ha sido su mejor negocio, él cree que fue una idea que le heredó a su padre. Vive muy agradecido con Dios, con su líder de contacto activo Carlos, con la vida y por último con la Secretaría de Integración Social que le ha dado apoyo para seguir adelante y ´luchándola con sus parceros´.
 
 
 
 
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