Azahy Alí Triana de la Peña…así aparece en Facebook, ese es su nombre actual, ya olvidó el anterior y cuenta con detalles y ademanes femeninos, en tono pausado como se desarrolló su niñez
, en La Peña municipio de Cundinamarca. Recuerda que su mamá la amparaba y la protegía de todos y de todo, porque la veía vulnerable y delicada.
Era fácil hacer amigos en la infancia, aunque tenía un carácter solitario y hermético, la respetaban y hasta la entendían, tuvo claro que lo suyo no era el homosexualismo pero si la pasaba mejor con los niños, cuenta Azahy.
Su niñez hasta los cuatro años fue tranquila pero todo dio un vuelco cuando entró al colegio porque fue entonces cuando empezó el conflicto, “con los niños no tuve problemas, los grandes son los que a todo le ponen perversidad y malicia”, asevera sin un átomo de inseguridad.
En plena adolescencia con las hormonas alborotadas descubrió que a ella le gustaban los hombres, ya había pasado la etapa de los juegos infantiles, de las rondas y del colegio, ahora comenzaban a aparecer sus cambios en el cuerpo y tenía claro que algo estaba ocurriendo de una forma bien marcada porque “me encantaban los esposos de mis hermanas”.
En ese hogar ocupaba el último lugar, era el pequeño de la casa; al terminar el bachillerato quería estudiar odontología, pero por muchos esfuerzos que hiciera su madre sin el apoyo del padre, al que nunca conoció, no podía llegar a realizar su sueño. Se decidió por una carrera técnica y se graduó como higienista oral en Bogotá. Atrás quedaba La Peña y sus siete mil habitantes, ahora la movida era en la ciudad con sus oportunidades y recursos.
Fue una alegría inmensa para su mamá, era la única que había estudiado y finalizado una carrera técnica. La vida la llevaba a otras instancias.
“A mi no me hacen mujer, ni los zapatos ni la falda, yo fui y me sentí mujer desde muy chica. En la adolescencia era como andrógina, una apariencia que ni se sabía que era, siempre había una duda. Me gradué, fui juiciosa, trabajé en Sonría por seis meses y empezaron a decirme “que era raro y me fui a otra cosa”, dice Azhay riéndose y recordando esos tiempos.
Se desempeñó como digitadora en la oficina del Departamento del Valle del Cauca, trabajó con el IPES, en Misión Bogotá y hoy es promotora de la SDIS. Azahy dice “me cambió la vida, ahora desarrollo mis potencialidades gracias a Vivian Sofía Cáceres que me alentó y me descubrió, ahora trabajo como promotora con la Secretaría Distrital de Integración Social y soy apoyo administrativo en el Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual y de Género, CAIDSG, zona centro. Aquí he aprendido a ganarme la vida de otra forma, con mis propias capacidades y de forma productiva”.
El otro trabajo al que se dedicó por completo fue la web cam, porque le reportaba 1.500.000 pesos y se encasilló en el por mucho tiempo, por pura supervivencia, así evitaba la calle a la que le teme, nunca pudo con eso por físico miedo. Sus clientes eran extranjeros, bloqueó las páginas nacionales y empezó una carrera en serio que le daba para vivir. “Lo bueno es que hay manes que se enamoran y mandaban plata por eso producía mas dinerito”, se ríe a carcajadas, el amor lo ha alejado de su vida porque no hay espacio para eso.
Su día transcurre normal como el de cualquiera mujer: abre el clóset para escoger la pinta del día, casi siempre muy informal, maquillaje diario y ¡zas! a trabajar, claro pero antes un saludo y comida para su gata que la acompaña desde siempre. No se siente discriminada, nadie le quita su paz, no se enamora, ni recibe chiflidos en las calles.
Ahora le preocupa su futuro, para eso ahorra y espera, por si llega a tener otra vida, que pueda tener un útero para tener tres hijos y conservarse fabulosa.
Hoy le preocupa su futuro, por eso trabaja muy disciplinada, ahorra y espera tres deseos en la otra vida “tener un útero, tener tres hijos y conservarme como hasta hoy: ¡fabulosa!”, termina la entrevista a carcajadas.