Es jueves. Es 22 de enero. Son las siete de la noche y hace frío. En Bogotá, en la Plaza San Martín, entre las carreras séptima y trece con calles 32 y 34, hombres y mujeres gritan ¡Paz!, hombres y mujeres
gritan ¡No más! Una llama se enciende. Es la llama por la paz.
Han pasado más de treinta semanas y la llama no se ha apagado. Hasta que se firme un acuerdo en La Habana –Cuba- que ponga fin al conflicto entre el Estado y la insurgencia la llama no se apagará. El objetivo sigue siendo claro: Reivindicar a todas las víctimas del conflicto, reafirmar la memoria, construir solidaridad y hacer pedagogía de paz. Mientras sigan sonando los fusiles, cada jueves será encendida la llama por la paz.
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Una llama por la paz, ha sido la acción simbólica más fuerte desde que en septiembre de 2012 se conocieron los acercamientos entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc. Muchas propuestas y apuestas ciudadanas para blindar el proceso han visto la luz, todas han sido significativas y cada una ha tenido importancia dentro de un proceso que no ha sido fácil, pero ninguna ha logrado mantenerse con tanta perseverancia.
La primera llama, esa del 22 de enero, encendida en antorchas de bambú, temerosa de la lluvia y del viento, fue la respuesta a otra gran apuesta: la de los gestores y gestoras de paz. Una propuesta surgida de la Secretaría de Integración Social con un objetivo simple y grandes aspiraciones: aportar a la pedagogía de lo que es el proceso de paz, en qué va, cuáles son sus adelantos, sus crisis y cómo la ciudadanía hace parte del mismo. La gran aspiración: superar el desconocimiento que las mayorías tienen del proceso que se adelanta en La Habana creando un gran ejército de gestores y constructores de la paz.
Uno de esos gestores de paz, Don Camilo, un hombre de cuerpo grande y voz diminuta, lo define así: “Esta llama es el resultado de una apuesta mucho más profunda, es la consecuencia de una necesidad, la de meterle gente al proceso de La Habana, la de hacer pedagogía de paz. Encendemos la llama como una acto simbólico que acompañe la firma de un acuerdo de fin del conflicto entre el Estado colombiano y la guerrilla, pero con la convicción de que la terminación del conflicto no es la paz en sí misma sino el inicio de un proceso de postconflicto en que la participación activa e informada de la ciudadanía es primordial, para eso es que somos gestores de paz”.
Jorge Rojas Rodríguez, secretario de Integración Social, condensa el corazón de las dos apuestas, la llama por la paz y los gestores y gestoras de paz, en una frase: “El acuerdo lo van a firmar quienes han hecho la guerra, la paz la hacemos realidad quienes la hemos padecido toda la vida”.
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Cada jueves, desde enero, la llama se ha encendido. La mayoría al amparo del general que emancipó la nación Argentina, libertó a Chile y proclamó la independencia del Perú, José de San Martín, en la plazoleta que lleva su nombre. Su figura de bronce, a caballo, mirando al sur, afirma la frase pronunciada por muchos: la paz de Colombia también es la paz de la región.
La llama también se ha encendido en otras partes de la ciudad, en otras ciudades e incluso fuera del país. Lo que inició como un acto público organizado por la Secretaría de Integración Social ahora es un movimiento ciudadano que a la fecha ha convocado, organizado y movilizado a más de 15 mil personas solo en Bogotá. Habitantes de calle; comunidad LGBT; hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas con algún grado de discapacidad; periodistas; representantes de movimientos sociales; madres comunitarias; profesionales en el cuidado de la primera infancia; representantes de diferentes órdenes religiosas; artistas; jóvenes; afrocolombianos; campesinos; congresistas; defensores de Derechos Humanos; voceros y voceras del gobierno distrital y nacional han hecho parte de la llama.
Ya no es una vara de bambú, ahora es una urna firme sin temor al viento o la lluvia. Es un fuego que purifica, que despierta, una llama que hace historia y anida una certeza: la paz.
Don Camilo lo dice así: “La llama fue una semilla lanzada en tierra fértil. Al inicio muchos ciudadanos y ciudadanas llegaban como con timidez, hacían parte de las actividades, esperaban que el fuego se encendiera y se iban. Poco a poco esas personas han asumido que la propuesta es suya, la han socializado y la han fortalecido. (…) Hemos llegado a un punto importante, dentro de poco la llama se encenderá simultáneamente en toda las ciudades capitales de Colombia (10 de septiembre). Esa semilla lanzada, ahora es un árbol robusto que está dando frutos”.
Los frutos son una certeza: llegará el día en que la sucia guerra, solo será un puñado de cenizas.
JULIO PULIDO
Oficina Asesora de Comunicaciones
Secretaría Distrital de Integración Social